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Editorial

La peor enfermedad

Por Horacio Ortiz – Periodista

Nacer, crecer, desarrollarse e ir rumbo al fin de cada uno. Transitar caminos que van dejando tras de cada uno huellas y también vislumbran un horizonte, una meta, una dirección. Ahora bien ¿con quién caminamos?, ¿con quien o quienes miramos hacia adelante o “espiamos” esa huella para recordar no volver a tropezar?. ¿Vamos solos o vamos acompañados? y, aunque parezca un juego de palabras, encierra cierta lógica que se ajusta a cada uno.  

Vemos en estos últimos días un nuevo capítulo de nuestra Argentina que debate sobre formas, mensajes, medios. Una guerra de recados  distribuidos que más allá de todo lo que se quiera matizar siempre guardan en sí mismos objetivos de llegar a algún corazón, a una mente, a una percepción, en definitiva a un voto y no importa nada más; el ser público rebalsa cualquier otro ser y elige de campo de batalla los egos de ellos mismos: los candidatos.

Nací y crecí en una tierra donde los refranes populares eran moneda constante y de niño casi los aborrecía pero al empezar a peinar canas uno se da cuenta que la sabiduría popular se refleja en ellos y en consonancia con esos refranes podemos ver como aporte la historia empírica, aunque a veces a este saber lo cataloguen de vulgar y azaroso, la realidad es que nos lleva al campo práctico y nos permite palpar la real utilidad.

Dicho esto vamos a tomar un ejemplo que ha recorrido los siglos contando la divina historia de la mitología. Tomaremos la vida de Narciso que se suponía era un hermoso jovencito que “rompía corazones” al pasar, cuyo camino estaba atestado de seguidores que lo admiraban, que lo  tomaban como un ejemplo a seguir, que lo tenían como un líder a quien imitar y tanto era su belleza que comenzaba a tomar un matiz de final inimaginable para él pero casi “cantado” para todos.

Cuenta una de las tantas versiones que otra criatura, una ninfa que era una bella joven mujer de nombre Eco estaba ciegamente enamorada de Narciso y que había sido castigada por la diosa Hera a siempre repetir sus últimas palabras.

Narciso seguía su camino cosechando halagos y aplausos, alimentando su cada vez más grande ego y llego a un bosque donde escuchó la voz de Eco y la llamó, la miró y la rechazó, lo que molestó al dios Némesis por lo que castigó a Narciso a enamorarse de su propio rostro reflejado en un lago de agua cristalino y al no poder dejar de admirarse a sí mismo en ese reflejo, se ahogó. Eco se quedó con las voces de rechazo de si misma.

Los argentinos estamos a punto de volver a las urnas y vemos como varios “Narcisos” creen en su propia belleza, en sus propias palabras y pese a que quizás un breve momento de lucidez los lleve a entender lo mal que se hacen y hacen a los que los siguen, se niegan a escuchar su propio eco.

Es momento de comenzar a entender que vivir en sociedad ni siquiera es una cuestión de elección individual sino de sobrevivir. Platón mostraba la sociedad como un medio de vida natural del ser humano entendiendo que el mismo no es autosuficiente. En su obra este filósofo plantea que los humanos siempre tenemos tendencia que nos inclinan al amor, a la amistad, a la convivencia en general. Dicho esto ya podemos inferir que creerse un “Narciso” no solo es enfermizo, sino antinatural.

Narcisistas que solo están enamorados de sus propias imágenes que no escuchan ni siquiera su propio eco, a ustedes les vengo a avisar si leen estas líneas que Némesis los está aguardando, en forma de sufragios.

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