Por la Prof. Laura Iglesias (Especial para «La Educación sobre la Mesa»)
Más allá de promover y acompañar las trayectorias escolares individuales, hay algo que nos une, un lazo comunitario fundado en la motivación que nos empuja hacia esta profesión, un lazo que nos une con la esperanza, con el cariño del enseñar, que siempre tiene un ida y vuelta.
Entramos al aula y, en ese instante, comprendemos que aprenderemos a ser DOCENTES con nuestros estudiantes. Dicen que la primera vez que pisas un aula y te paras frente a ellos te marca para siempre: los nervios, la expectativa, la incertidumbre, el miedo a lo nuevo, porque cada grado, cada curso, cada alumno/alumna son únicos.
“Abril me abrazó fuerte y me agradeció por haberla ayudado a terminar la escuela, porque “más que una profe, es como mi segunda mamá”. Cuantas vivencias que son huella de lo que traspasa a la palabra DOCENTE.
En un aula pasan cosas, pero no simples cosas, pasa la vida. Que irrumpe sin levantar la mano para pedir la palabra, sin esperar el turno para decir presente. Y así, en un abrir y cerrar de ojos, aprendes que ser DOCENTE implica ganarte la confianza antes que un respeto formalmente correcto.
Es reconocer que los vínculos se construyen a partir del intercambio, que son un camino de ida y vuelta. Que los muros construidos sobre prejuicios solo se atraviesan si bajamos la guardia.
Entendemos que hay códigos que se tejen en el aula y que no pueden descifrarse con la ayuda de ningún manual.
Aprendemos que ser DOCENTE implica generar lazos auténticos y profundos. Que el aprendizaje va de la mano del cuidado y del amor. Que enseñar y querer son sinónimos y no antónimos. De pronto se escucha un “Gracias por pensar que podía”, ese día aprendes que ser DOCENTE es tener altas expectativas. Es dejar puertas abiertas, plantar semillas. Es creer que tus estudiantes pueden siempre. Incluso, cuando toda la sociedad les está diciendo que no.
Aprendes que ser DOCENTE es trabajar sobre lo explícito, pero sobre todo con lo implícito. Es reconocer nuestros privilegios y abrazar la historia y la identidad de cada uno de los estudiantes. Es saber que no podemos barrer y dejar el polvo debajo de la alfombra.
Todas las historias que se escriben y habitan en los rincones de la escuela nos permiten comprender que enseñar es mucho más que transmitir contenidos académicos. Que no es posible aprender con hambre, con frío, con miedo, con indiferencia. Por eso, la clase se hace eco de lo que sienten los estudiantes, de cómo están.
Con el tiempo, vamos explorando las emociones, aprendemos a percibir y sentir, a mirar y no solo ver, a leer entre frases que se repiten como respuestas programadas. Y un día pasa que preguntan: “¿Cómo estás profe?”, le dije que “bien, gracias”, y empecé a acomodar los bancos. inmediatamente, él dijo “No profe, así no. En esta clase no respondemos así, respondemos cómo estamos de verdad”. Ese día aprendemos que ser DOCENTE es prepararnos para aprender más de lo que enseñamos.
“Aprendí a ser docente con mis estudiantes. Aprendí que la educación siempre es con y por otros. Y que en la sociedad en la que vivimos, la educación es la mejor apuesta. No porque sea fácil ni rápida, más bien todo lo contrario, sino porque es el camino de transformación conjunta más poderoso que conozco.” (Magdalena Fernández Lemos)
Para nuestro cierre de hoy, citamos a Eduardo Galeano, quien decía que “El lenguaje que dice la verdad es el lenguaje Sentipensante. El que es capaz de pensar sintiendo y sentir pensando”.
Él cuenta cómo “Una niña respetaba al maestro porque éste le había enseñado a perder el miedo de equivocarse. ¿Cuántos miedos deberíamos enseñar a perder? “
¡FELIZ DÍA DE MAESTRO!
Que disfruten un hermoso domingo!!!