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La Educación sobre la Mesa

La Educación sobre la Mesa. Hoy: «De aprender y enseñar en un suspiro maternal»

La Educación sobre la Mesa. Hoy: " De aprender y enseñar en un suspiro maternal"
Por Laura Iglesias (Especial para «La Educación sobre la Mesa»)

De la primera palabra, al primer paso, del llanto a la sonrisa, de miradas que se entrelazan como puentes que inspiran confianza, así de su mano aprendimos a aprender.

Nos asomamos al mundo, cual luz del alba que anhela encontrar remanso. Remanso que anida en una brisa de aliento perfumado de esperanza; en la piel tibia que acuna la fragilidad de la inocencia, al amparo de una mirada que destella ternura, amor e incertidumbre. Y entre latido y latido del corazón, que se hace partitura del ritmo constante de la vida, así sin advertirlo ya nos encontramos aprendiendo, lo que se convierte a su vez en un estado natural inherente a nuestro existir.

Al compás materno de cadencias novicias se inician nuestros primeros aprendizajes, lo que llamamos el instinto de supervivencia. En este escenario de principiante se dan cita un conjunto de funciones de protección, sostén, acompañamiento, consuelo y apoyo que resultan centrales para el desarrollo del niño y determinan su maduración y aprendizaje. A su vez, paulatinamente, estas funciones le permiten al niño almacenar en su memoria imágenes internas de los cuidados recibidos, que promueven la imaginación de soluciones cuando se presentan frustraciones tolerables.

La educación y el seno familiar   

La educación, de la mano del seno familiar, será la que nos marca las primeras formas de vincularnos y relacionarnos con los demás. Fomentará la confianza mediante nuestra propia confianza, firmeza y capacidad de repetición de rutinas y ritos. Por ejemplo, si sabe que cada noche se sentarán al lado de su cama para leerle un cuento, poco a poco perderá su ansiedad y se integrará en el mundo con confianza. Así en este ir y venir, enseñanza y aprendizaje, nos acompañan desde nuestra llegada al mundo, como el lazo infinito y etéreo que une a una madre y a un hijo, perdurable a cualquier tiempo y distancia.

“Poco a poco, pero día a día, con constancia y sin parar nunca, fui enseñando a mi hija que por la noche era mejor dormir, y ella me fue enseñando cuál era su ritmo para mamar. Así las dos nos fuimos acoplando, ella aprendía a mamar y yo a darle el pecho. Esa vivencia me hace pensar en el dar y dejarse dar tan importante en la relación educativa […] Yo tenía que aprender a intuir, a comprender cuándo me decía sin palabras que tenía hambre, ella aprender a esperar escuchando mi voz. Me daba cuenta que, igual que en la relación educativa hay mucho de lo que no se habla, hay una gran parte de irse adaptando cada una a la otra, ir viendo por dónde va la relación… (p. 110)

Confianza, esperar, dar y dejar dar

En un mundo aligerado, con puntos de llegada difuminados, porque el sentido de alcanzar la meta juega a las escondidas, qué bueno esperarnos, inspirar confianza, dar para que el otro pueda dar también. Hoy miramos la Educación desde esa relación imperceptible que se da en este contexto y entre quienes participan de esa instancia. Imperceptible a los sentidos, pero perceptible en los resultados del acto educativo, del proceso de enseñanza aprendizaje. La confianza genera un clima apto para aprender, para el diálogo, para resolver conflictos y problemas, para motivar a seguir aprendiendo e innovar. La confianza da seguridad al que enseña y al que aprende, facilita la comunicación y la intersubjetividad entre actores.

 “La educación genera confianza. La confianza genera esperanza. La esperanza genera paz.”

Confucio – Filósofo Chino

¡¡Que sea para todos un hermoso domingo!!!

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