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Juan Gumersindo Quinteros: el «Mojarra» que llegó a Campeón

Juan Gumersindo Quinteros: el "Mojarra" que llegó a Campeón
Del archivo de Cosas Nuestras

En Buenos Aires y en varias canchas del país, lo conocieron como “El Abuelo”, en Alta Gracia siempre será “El Mojarra”. Como sea, Juan Gumersindo Quinteros fue el más grande golfista que dio estas tierras en toda su rica historia deportiva.

A la memoria de «El Mojarra». Cada año, en su homenaje, el Alta Gracia Golf Club organiza un torneo para mantener vivo su recuerdo. En las paredes del club están sus fotos, casi como presidiendo la escena. Es que Quinteros fue grande, y grande en serio. Hoy, en Cosas Nuestras, repasamos su vida y sus logros.

Los inicios

Juan vivía en las inmediaciones del arroyo, por la zona de La Chirola. De ahí le venía el apodo de “El Mojarra”. El y sus hermanos, que cursaban estudios en la Escuela Víctor Mercante (por entonces Escuela 282), iban hasta el Golf a rebuscárselas de caddies.

En aquel entonces, un caddie llevaba una bolsa de palos y le alcanzaba para comprar comida, una remerita, unas alpargatas. Tiraban pelotas, salían a la cancha y las juntaban. En un día normal, terminaban las dos vueltas de 9 y tenían que llevar las bolsas desde la cancha hasta el Sierras Hotel, donde estaba por entonces la sede (recordemos que la cancha era de la Compañía de Tierras y Hoteles). Tendría Juan, cuando comenzó como caddie poco más de diez años.

“Juan era un chico que comenzó a destacarse enseguida de los demás. El hacía todo bien. Jugaba al golf, al fútbol; ya a los doce años no le ganaba nadie al golf”, recuerda Mauricio Testoni, contando dichos de su padre, a quien Quinteros le llevaba los palos.

Juan en sus tiempos de caddie, cuando miraba, aprendía y soñaba con se un Campeón.
Lunes de caddies, días de gloria

Los días lunes la cancha era para los chicos que llevaban los palos. Así, los caddies tenían la chance de divertirse y a la vez ir aprendiendo el deporte luego de ver jugar a los demás

Quinteros alternaba estos lunes de juego, con su trabajo: “También se iba al Mi Valle Golf Club. Hacía dos vueltas a la mañana llevando palos en alta Gracia, se tomaba el colectivo y se iba hasta allá para hacer otros 18 hoyos. Se volvía a su casa tipo 9 de la noche. Tenía por entonces unos quince años”, cuenta Onofre Blanch, quien años después fuera su alumno y hoy es Capitán de Cancha del Club.

Y así comenzó a destacarse. En el año 1963 ganó el Abierto del Centro. Los primeros Abiertos del Centro que jugó los hizo con un juego de palos que le pedía prestados a Juan Testoni. Tenía recién poco más de 20 años,  y comenzaba a escribir su propia historia en el golf de Alta Gracia y del país.

Con sus propias reglas

Juan Gumersindo Quinteros no fue una persona fácil a la hora del trato. Era estricto con los demás por la sencilla razón que también se auto imponía una rigurosidad que lo llevó a estar en lo más alto del escenario golfístico argentino.

Muchas de las anécdotas están relacionadas a su carácter. “Era un caballero cien por ciento, respetuoso, educado, pero… se encabronaba muy fácil. Si le hacías una, no te la perdonaba. Tenía pocas pulgas”, recuerda Onofre.

“Era respetuoso y exigía que todos respetasen las normas. Por ejemplo, con el horario; no perdonaba a nadie una llegada tarde a sus clases. Se llegaba cinco minutos después de lo pautado y no había forma que diera la clase Así de rígido, era”, agrega Mauricio.

Tenía una gran habilidad en las manos. Siempre tenía algo en las manos. Muchos recuerdan su imagen de estar sentado, mirando el horizonte, sacándole punta a un palo, a una rama. Fue golfista, pudo haber sido artesano, fue dueño de una habilidad manual envidiable…

Su relación con De Vicenzo

Hasta la actualidad llegan las historias y –por qué no- las leyendas de sus míticos enfrentamientos deportivos con el gran Roberto De Vicenzo. Fueron dos caballeros a la hora de competir, pero su relación personal era muy tirante. “Había un negro en Alta Gracia con quien yo me sacaba chispas cuando jugaba, no recuerdo bien su nombre”, supo decir alguna vez De Vicenzo sobre Quinteros, entre realista e irónico. Lo cierto es que Quinteros fue uno de los pocos que pudo vencer a gran Roberto en reiterados duelos protagonizados tanto en el país como en el exterior.

El Dr. Augusto Piccón en su libro “Una cancha de golf de cien años en Alta Gracia”, cuenta la anécdota del Abierto de Maestros en Brasil, narrada por el propio Quinteros, de cuando ambos (Quinteros y De Vicenzo) tuvieron que disputar un desempate a tres hoyos para ver quién era el ganador: “Prendí un cigarrillo, y ya en el Green yo estaba a 4 metros de la bandera y De Vicenzo a 6. Tiró Roberto y la “dejó dada” a 30 cm del hoyo. Yo fui a mirar la caída del hoyo y –medio distraídamente- hice una seca profunda y lo dejé con la brasa en la línea correcta y  me dispuse al tiro final. Ya al frente de la pelota, y medio oscuro le apunté al cigarrillo. Cuando vi que la pelota iba hacia la brasa, solté el putter y grite: ¡gané!”

Quinteros conformó junto a De Vicenzo, Juan Carlos Molina, Juan Carlos Cabrera, Jorge Soto y algunos más el selecto grupo de los mejores golfistas que hubo en la Argentina en los años sesenta, setenta y entrados los ochenta.

No eran deportistas como los conocemos hoy. Ellos vivían, y jugaban al golf para “chirolear”. Quinteros vivió del golf. Primero como caddie, luego como jugador y por último como profesor. Asimismo, nunca tuvo un trato como para que los sponsors lo fueran a buscar. Casi que no quería, porque no deseaba estar atado a compromisos con nadie. Él jugaba, y punto. Era un jugador de golf profesional, pero sin los negocios que suelen rodear a la actividad. Hoy tal vez no se podría hacer de esa manera.

Sus logros

Sería tedioso enumerar los torneos conseguidos por Quinteros a lo largo de su trayectoria. Sí es más que válido decir que, entre otros galardones, sus actuaciones le valieron para que el Círculo de Periodistas Deportivos  de Argentina le otorgara el Olimpia de Plata en su deporte en 1975.

Más allá de torneos nacionales e internacionales, como si fuera poco, compitió en la Copa del Mundo en Canadá junto a Juan Carlos Cabrera, representando a la Argentina.

El docente

“Fue un grande jugando, y fue muy capo en la docencia y para saber cuándo una persona tenía condiciones para jugar. Los veía de lejos nomás, y los marcaba. Y solía no equivocarse. Se sentaba en la confitería y los miraba tirar y ya sabía si uno tenía condiciones o no”, cuenta Mauricio Testoni

Quinteros fue maestro de maestros. Por sus clases pasaron entre otros el Pato Cabrera y el Gato Romero, solo por nombrar a dos de ellos.

“Ya de grande, los domingos los chicos nos juntábamos a jugar en la cancha del Alta Gracia Golf. El estaba con nosotros, y a nadie se le hubiera ni pasado por la cabeza hacer que nos fuéramos. Estábamos con él, y eso era suficiente para tener carta blanca”, relata Onofre Blanch.

Como profesor también fue un ganador nato. Impulsaba a sus alumnos a ir siempre adelante. Antes de un torneo, de un partido, les decía: “el otro es igual que vos, tiene dos manos, dos piernas, dos ojitos, dale…”. Y todo lo relacionaba con la práctica, para él el entrenamiento lo era todo.

Sus últimos años

Juan Quinteros falleció el 13 de junio de 1994, a los 63 años, dejando un sinfín de historias, anécdotas, alumnos y logros conseguidos. Se identificó con el Alta Gracia Golf Club siempre, a pesar que anduvo por Villa Allende y por varios clubes de Buenos Aires.

Dejó tras de sí una estela de respeto que casi nadie se atrevió a alterar. Pepe Ruarte tal vez, fue uno de los pocos que se dio el lujo de tratarlo de “negro” sin que se enojara… aunque terminaba haciéndolo engranar al propio Pepe, que terminaba siendo víctima de apuestas que irremediablemente perdía con Quinteros en famosos mano a mano a nueve hoyos.

Para los demás, era Quinteros, era Juan o lo trataban de usted.

Los amigos

Muchos de ellos, lo fueron desde sus tiempos de caddies. Iniciaron trabajando junto a él desde niños. Nico Vélez, el Anguila, entre otros…  “Juntos salían de caravana, chupaban, fumaban y por ahí llegaban trasnochados a jugar. Eran un grupito de siete u ocho. Jugaban 9 hoyos. Mientras, mandaban a un chico a comprar carne y luego se comían un asado para pasar luego al naipe. A la tarde, así como estaban, se le animaban a jugar otros nueve hoyos… Quinteros se le animaba a cualquiera y hasta ganaba apuestas jugando y ganando partidos a quienes les quisieran jugar. Incluso utilizando solo tres palos, dando ventajas… Se sentaban a comer, chupar y timbear debajo de una mora”, cuenta Blanch recordando aquellos años.

“Nicolás Vélez fue uno de sus mejores amigos. Lo que no impedía que luego de un par de vinos se torearan y casi que se desconocieran algunas veces. Y se desafiaban al golf, al truco… y siempre por plata, siempre había unos mangos de por medio”, agrega Testoni.

Juan Gumersindo Quinteros falleció a los pocos días de haber disputado en Tucumán un torneo de Seniors. Igual, la leyenda ya había comenzado mucho antes.

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