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Hace 33 años que Vanesa Zamora nos duele a todos los altagracienses

Por Juan Carlos Gamero

Vanesa Lidia Zamora (Nequi) hoy tiene 41 años. Y digo “tiene” porque luego de conversar, escuchar y observar todo lo que he hablado, oído y visto durante los últimos meses, queda la extraña sensación que a pesar del paso del tiempo, seguimos haciendo referencia a alguien que está vivo. Que no ha muerto por más que su caso –judicialmente y a los efectos prácticos- siga con el doloroso rótulo de “desaparecida”.

En un país, donde la palabra desaparecido tiene connotación muy dolorosas, el “Caso Vanesa Zamora” no lo es menos. Si bien las circunstancias que lo rodearon (y aún lo rodean) no tengan nada que ver con los años violentos de nuestro país, hay una realidad incontrastable: en Argentina desaparecen muchos menores cada año. Solo unos pocos, muy pocos, vuelven al seno de sus familias.

Hace 33 años que Vanesa Zamora nos duele a todos los altagracienses
Hace 33 años que Vanesa Zamora nos duele a todos los altagracienses

Vanesa Zamora desapareció un medio día del 17 de marzo de 1992. Hace hoy 33 años. Nadie más supo de ella hasta ahora. Nadie tuvo conocimiento de su destino, de su vida o de su supuesta muerte. Nunca nadie volvió a tener rastros de su paradero hasta hoy.

O cuando menos, a fin de no ser tan tajante en la aseveración, nadie ha querido decir todo lo que sabe del caso.

Al cabo de tantos años, muchos de los protagonistas, testigos y supuestos implicados han fallecido. Como una mueca del destino, una cuestión biológica obró como cómplice de aquellos que en 1992 cometieron un delito. O callaron ante el mismo.

Los investigadores policiales dijeron en su momento no tener dudas a la hora de sus conclusiones. Los periodistas que en su momento se ocuparon del caso tampoco dudan. La madre de Vanesa asegura que sigue con la esperanza inquebrantable de encontrar a su hija. Los hombres de la Justicia siempre se mostraron reticentes a hablar, cuando no callaron, escondieron respuestas sobre el tema.

¿Por qué a 33 años del hecho pareciera que a Vanesa Zamora se la tragó la tierra sin que nadie nunca nadie supiera nada? La realidad de los hechos investigativos indican que a partir del “Caso Vanesa” saltó a la luz un tema mucho mayor: serían varios los niños a quienes se les habría suprimido su identidad en la ciudad de Alta Gracia y alrededores. O al menos a esa conclusión llegaron los pesquisas.

Si uno simplificara las conclusiones no sería muy objetable decir que el caso Vanesa destapó demasiada mugre, demasiada suciedad. Tanta que a nadie le interesa resolver el caso por miedo a que salga a la luz el tema mayor. Es que cuando la olla comience a hervir, más de uno podría salir salpicado en una ciudad como Alta Gracia donde todos se conocen y saludan en cada esquina.

Debo reconocer que ir llegando a cada detalle de lo que me tocó investigar hizo que más de una noche, en la soledad de la computadora y el teclado, me fijara si la puerta de calle estaba bien cerrada. Parecerá tonto, pero fue así.

Una espina que sigue doliendo

Hoy, a más de tres décadas de su secuestro, Vanesa Lidia Zamora es una espina clavada en el corazón de una ciudad que aunque no lo parezca, tiene memoria. Es una asignatura pendiente de la Justicia. Es un problema irresuelto que sigue doliendo cada vez que se lo menciona.

Pero sobre todo, es una pregunta que incluso deja la sensación que molesta cuando se formula en ámbitos oficiales o relacionados al caso. ¿Por qué? ¿Por qué debiera molestar a alguien que se investigue sobre una niña de tan solo 8 años al momento de ser secuestrada?

No debiera ser así. Pero es.

Ni siquiera el otro caso, el de Diego Gutiérrez, también desaparecido unos años más tarde despierta tanto pudor en quienes están cerca del tema. “Dieguito fue llevado por alguien, Vanesa desapareció”. Increíblemente, Vanesa “desapareció”, como si así de sencillo fuera esfumarse de la faz de la tierra en un abrir y cerrar de ojos.

Eso es lo que todos parecen querer que la sociedad termine creyendo. Me resisto a ello.

A Vanesa la robaron. A Vanesa la secuestraron. La “levantaron” junto al viejo puente de la calle Liniers. A Vanesa alguien la llamó por su apodo, la tomó de la mano y la entregó, cómplice, a quien la llevó a Córdoba para luego entregarla vaya a saber a quién.

Vanesa ni se ahogó, ni se fue a vivir con los extraterrestres ni se transformó en espíritu etéreo como quieren hacernos creer.

Se la robaron. La raptaron. La negociaron. La entregaron. La vendieron. ¿La mataron? Si lo hicieron, no fue donde desapareció. No dan los tiempos, no darían los tiempos. Si su destino fue el peor, lo fue luego de ser robada, raptada, negociada, entregada y vendida.

Pero insisto en aquella apreciación del principio. Siempre que me pongo a ver y rever los datos conseguidos, me queda la inexplicable sensación que sigue viva.

Si así fuera. ¿Puede un niño de 8 años olvidarse de quién fue? ¿Es posible dejar definitivamente en un cajón de su memoria, cerrado con dos vueltas de llave, su vida pasada para no volver nunca a recordarla?

¿Puede olvidarse de su perro, su mascota, sus hermanos, sus amigos, su familia para simplemente pasar a ser otra persona con otro nombre, otra realidad y sin vestigios mentales de su vida pasada?

Hoy, a luego de 33 años de ausencia, Vanesa Zamora sigue siendo una herida lacerante en la memoria de los altagracienses. Hace 33 años que falta de su casa, de su familia. Y el silencio de aquel 1992 sigue vigente. Tanto como su memoria.

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