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Crónicas al Voleo

El padre del solo de viola

El padre del solo de viola

Por Germán Tinti

 

El menor de los hermanos Christian quería ser saxofonista. Había nacido en un humilde hogar de Bonham, una pequeña ciudad de Texas, pero cuando tenía 5 años su familia se mudó a Oklahoma en busca de prosperidad. Eran las primeras épocas de los “Felices años veinte”, una época de euforia económica en Estados Unidos y en el mundo, que suplantó a los tiempos de incertidumbre producidos por la participación en la gran guerra. La gente salía de fiesta, se divertía, festejaba, se descontrolaba. Ernest Hemingway escribía los textos que conformarían el volumen póstumo “París era una fiesta”. Recuerdo que mi abuelo Pepe, que vivió en París antes de cruzar el Atlántico, le preguntó a un vecino por qué la gente estaba en ese estado de euforia permanente. “Señor, hemos ganado la guerra” fue la respuesta.

Arrancaba un tren que casi una década después terminaría descarrilando estrepitosamente para dar paso a la “Gran Depresión”.

Los padres de Charles Henry Christian eran músicos y criaron a sus tres hijos en un ámbito de familiaridad con artistas. Pero no fue sino hasta después de cumplir 12 años que Charly tomó una guitarra. Lo hizo de la colección de instrumentos musicales de su padre que había fallecido semanas antes. Dese hacía algunos años Charly junto a sus hermanos, Edward y Clarence, colaboraban con la subsistencia familiar como artistas callejeros, cantando y bailando en las calles de Oklahoma por unas monedas.

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En la secundaria tuvo el apoyo y el aliento de su profesora de música, Zelia Braux. A ella le expresó que quería tocar el saxo tenor. La maestra le propuso que probara con la trompeta, pero a Charlie no lo convencía este instrumento porque estaba seguro que le deformaría los labios.

No obstante ello siguió progresando en la música, integrando como pianista bandas en Oklahoma que tocaban en bares y clubes. Fue en ese ámbito que conoció al guitarrista Ralph “Bigfoot” Hamilton, quien le dio las primeras lecciones de guitarra. Fue entonces que comenzó a desarrollar un estilo en el que se hace evidente la influencia de los saxofonistas que había escuchado y admiraba. Sólo escuchar alcanza para reconocer la transposición del fraseo de un saxofón, pero pensado en función de la guitarra.

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Al propio tiempo aparecía en el horizonte de la música un invento que cambiaría todo: el amplificador. Y casi como lógica consecuencia, Leo Fender y Adolph Rickenbacher desarrollaban –cada uno por su lado– las primeras guitarras eléctricas. Allí hubo un quiebre en la historia de la música y –especialmente– el protagonismo de los guitarristas de operetas y Jazz, quienes previamente no contaban con los medios para que su instrumento se escuchara dentro de las orquestas. Leo Fender diseñó la primera guitarra eléctrica sólida con mástil desmontable y pocas piezas, para que los intérpretes no tuvieran problemas al tener que cambiar piezas del instrumento gastadas o rotas por el uso.

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Charlie Christian, ya convertido en un músico de cierta fama regional, conoce a Eddy Durhan, que era arreglador de la famosa orquesta de Jimmy Lunceford, número habitual del reconocido Cotton Club neoyorquino, y primer músico de jazz en adoptar el uso de la guitarra eléctrica. Bajo su influencia desarrolla un estilo que parece reinventar el papel de la guitarra.

Fue uno de los primeros en adoptar el moderno prodigio y gracias a eso largó con cierta ventaja y comenzó a obtener trascendencia por todo el centro – oeste de los Estados Unidos. Ni siquiera los problemas de salud que arrastraba desde la niñez pudieron impedir que de a poco se fuera acercando a la meca del espectáculo en los Estados Unidos. California estaba cada vez más cerca en la hoja de ruta de Charlie Christian.

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John Hammond junto a Aretha Franklin.

Por recomendación de la afamada pianista y arregladora Mary Lou Williams, el productor y cazatalentos John Hammond viajó a Oklahoma para escuchar a este tal Charlie Christian en el Ritz Café, donde tocaba por menos de 8 dólares por noche. Y lo que escuchó le gustó mucho. Hammond supo en ese momento que ese muchacho de aspecto enfermizo era un prodigio. Y de esto algo sabía Hammond, que durante su trayectoria impulsó la carrera de leyendas como Benny Goodman, Billie Holiday, Count Basie, Teddy Wilson, Big Joe Turner, Pete Seeger, Babatunde Olatunji, Aretha Franklin, Bob Dylan, Leonard Cohen, Bruce Springsteen y Stevie Ray Vaughan, entre otros “nenes”.

Hammond convenció a Christian para que viajara inmediatamente a Los Ángeles para incorporarse a la orquesta de Benny Goodman. El encuentro con el reconocido director se produjo el día del debut de su sexteto en el lujoso restaurante Víctor Hugo.

Ubicado en el 233 N del Beverly Drive, uno de los sectores más elegantes de Beverly Hills, el Víctor Hugo estaba instalado en un edificio de estilo beaux-Arts diseñado por el arquitecto Claude Bellman. Fue considerado el restaurante más fino y exclusivo de la ciudad y convocaba a los más granado del ambiente artístico del momento. Tocar allí era sinónimo de triunfo para cualquier orquesta.

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Lo cierto es que Hammond, sabiendo que Goodman era reticente a aceptar nuevos músicos, sobre todo minutos antes de una actuación, se confabuló con algunos integrantes del grupo y cuando Benny subió al escenario, Charlie Christian ya estaba sentado entre los restantes miembros de la banda. Con ánimo pendenciero, Benny Goodman optó por un tema prácticamente desconocido, «Rose room», en busca de dejar en evidencia al novato. Pero Christian tenía una memoria auditiva extraordinaria: con sólo escuchar la secuencia de acordes y la melodía se puso a improvisar. Luego sostuvo con ingeniosos riffs, motivos rítmicos novedosos y audaces armonías los solos de los restantes músicos. El tema duró 48 minutos y el público irrumpió en una ovación como jamás Benny Goodman había disfrutado.

Esa noche, en ese lujoso restaurante californiano, había nacido el “solo de viola”. Desde entonces Keith Richards, Ritchie Blackmore, Yngwie Malmsteen, Jimmy Page, Lolo de Miranda e inclusive Tino la Guitarra Mapuche, tienen un santo a quién prenderle una vela. Porque si no, capaz que tendrían que estar haciendo repartos en bicicleta .

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Benny Goodman, junto a Charlie, luego de la actuación en el Víctor Hugo.

Huelga decir que esa misma noche Charlie Christian fue contratado y viajó a Nueva York con el resto de la banda. Allí se relacionó con figuras de la talla de Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Thelonious Monk, Kenny Clarke y Nick Fenton, de donde surgió a comienzos de los cuarenta el bebop.  El estilo de Christian influyó sobre toda la aristocracia guitarrística del jazz, al punto de ser tomado como el padre de la guitarra moderna.

Intenso y breve, su paso por el mundo del espectáculo fue fugaz y contundente. La vida del músico y todos los condimentos que acercan la noche fueron minando su ya débil salud. Debió pasar un buen tiempo internado en el sanatorio Seaview, pero una vez de alta no guardó el reposo indicado y volvió a los bares y los escenarios. Que una neumonía lo encontrara con la guardia baja era cuestión de tiempo.

El contrabajista Oscar Pettiford, uno de los pioneros del bebop dijo sobre Charlie Christian: «Jamás escuché a alguien tocar con tanto amor. Era sencillamente eso: puro amor por el jazz y la música».

Murió a los 25 años, el 2 de marzo de 1941.  

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