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El mejor final de historia: madre e hija se reencontraron tras 55 años de búsqueda

El mejor final de historia: madre e hija se reencontraron tras 55 años de búsqueda

«Hola Mamá», fueron las palabras elegidas por Miriam para comunicarle a Ana María que habían llegado los resultados de la prueba de ADN, y que confirmaban que eran madre e hija.

A partir de allí, todo. El poder cerrar sus historias de vida luego de transitar más de medio siglo de búsqueda, los llantos a la distancia por la felicidad que las invadió, y el saber que si no se bajan los brazos, hasta los sueños que parecen imposibles pueden hacerse realidad.

El pasado 29 abril, AGNoticias se hizo eco de la búsqueda de Ana María Argüello, una mujer nacida en Alta Gracia (ahora vive en el sur del país) que había quedado embarazada producto de una violación cuando solo tenía 13 años. En aquel entonces las moralinas sociales, la hipocresía y el desamparo hicieron que esta mujer, por entonces apenas una niña, viviera un calvario que tuvo como punto culminante que le arrancaran a su bebé de los brazos, para nunca más saber de ella. (Ver: https://www.altagracianoticias.com/hace-55-anos-busca-a-su-hija-que-nacio-en-alta-gracia-y-le-fue-arrebatada-de-sus-brazos/).

Buscar sin bajar los brazos

Ana María contó de su búsqueda, habló de su andar por las redes sociales y los grupos de ayuda para encontrar a su hija; de su dolor por sentir que algo le faltaba a su vida. Contó que fue su hijo mayor quien la alentó a no decaer en la cruzada. Y habló también que hacía poco había conocido la historia de Miriam, que vivía en Rosario y que estaba buscando a su madre.

Coincidían las edades. Las fotos de una y otra mostraban similitudes. Hasta había coincidencias en gustos, modos de ser e historias personales. El siguiente paso fueron las pruebas de ADN.

El mejor final de historia: madre e hija se reencontraron tras 55 años de búsqueda
En Comodoro Rivadavia. Hasta allí viajó Miriam para reencontrarse con Ana, su mamá.

El reencuentro tan esperado

«Fueron muchos años de buscar, esto es un premio a no bajar los brazos, es decirle a la gente que nunca abandone la esperanza. Que a veces aún no teniendo ningún dato, se puede encontrar a la otra persona. Era una aguja en un pajar, pero encontré la aguja», nos cuenta emocionada Ana María desde su casa en Comodoro Rivadavia.

Relata cómo fue todo: «El resultado de ADN le llegó a mi hija y ella me hizo una videollamada donde me puso un cartelito que decía «Hola Mamá». Yo quedé medio atontada primero por la emoción, hasta que reaccioné».

Las últimas horas de madre e hija están transcurriendo juntas. Es que desde hace unos días, Miriam viajó hasta Comodoro Rivadavia para reencontrarse con los brazos de su madre: «El 28 de junio Miriam llegó a Comodoro. Nos pasamos el tiempo hablando, tenemos muchísimo qué contarnos, nos quedamos charlando hasta las 4 de la mañana para ponernos al día de todos estos años», dice Ana que no cabe en su felicidad.

Miriam es la otra parte de esta dura historia con final feliz: «Acá estoy, con mi mamá. ¡Qué lindo es poder decirlo!. Consciente o incoscientemente, esto fue una búsqueda de toda la vida. Estoy muy feliz, en mi caso no fue solo encontrar a mi mamá, sino que ahora tengo un familión, con cinco hermanos y sobrinos. Yo tengo cuatro hijos también y Ana ya se puso a tejer para todos».

Dicen que el corazón tiene razones que no entiende la razón. Tal vez por ello, las palabras con que Miriam cierra el diálogo resuma esta historia con final de película de Hollywood: «Creo que en el fondo ninguna de las dos nos sorprendimos porque lo intuíamos. Ella, una vez me dijo: vos y yo sabemos… y fue así. En el fondo lo sentíamos».

Ana María y Miriam han cerrado el círculo de sus propias vidas luego de 55 años. De una dura historia que tuvo como escenario primario a Alta Gracia; hoy podemos decir, felices, contentos, que la búsqueda ha terminado. Y su felicidad, es la nuestra y de todos quienes seguiremos siempre apostando por el valor que tiene la palabra identidad.

ASI FUE EL REENCUENTRO EN EL AEROPUERTO DE COMODORO RIVADAVIA:

nakasone