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Crónicas al Voleo

El hotel de la muerte

El hotel de la muerte
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

Los Ángeles y su zona de influencia tienen en su paisaje una serie de hoteles icónicos, muchos de los cuales suelen ser locación de exitosas películas que ha visto medio mundo. En el Westin Bonaventure con sus cinco torres cilíndricas en el 400 de South Figueroa St., Clint Eastwood le salvó la vida a un presidente en «En la línea de fuego» y el ex gobernador Arnold Schwarzenegge llega imprevistamente tras saltar en caballo desde la azotea de un hotel vecino en «Mentiras Verdaderas». En sus veredas, finalmente, Robert De Niro y Al Pacino se tirotean con entusiasmo durante «Fuego contra fuego».

Axel Foley, el personaje de Eddie Murphy en «Un detective suelto en Hollywood», se aloja en el Millennium Biltmore, a un par de calles del Westin. Allí también apareció el primer espectro que logran atrapar «Los cazafantasmas». En el Beverly Wilshire de Rodeo Drive Richard Gere pretende darse un revolcón con Julia Roberts en «Mujer bonita» pero todo sale mal y se enamoran.

Con mucho menos glamour, el edificio del Morrison Hotel languidece en el 1241 de South Hope St. Cerrado hace años obtuvo fama cuando The Doors lo eligieron para la tapa del quinto disco de su carrera. La constante visita de hippies y fans de la banda que iban, curioseaban, se sacaban fotos, no gastaban ni un mango y ahuyentaban a posibles clientes fue fatal para las finanzas del establecimiento.

De hotel a albergue

Pero hay un hotel en Los Ángeles que es tristemente célebre y está alejado de las grandes estrellas del cine y de la música. Su oscura leyenda habla de asesinatos y fenómenos inexplicables y su nombre ha aparecido mucho más en las páginas de sucesos de los diarios que en las guías turísticas.

El Cecil es un hotel de bajo presupuesto ubicado en el 640 de South Main Street. Cuenta con 600 habitaciones y fue construido en 1924 por el hotelero William Hanner. Costó 1 millón de dólares y presumió un opulento lobby hecho de mármol con ventanas tipo vitrales, macetas con palmeras y estatuas de alabastro. Sin embargo, pocos años después de su inauguración se estrelló con la «Gran Depresión», el barrio donde estaba situado  –Skid Row– se pobló de vagabundos e indigentes y 20 años después el Cecil era considerado una residencia para transeúntes.

Por si fuera poco, una serie de hechos colaboraron para forjar la mala fama del edificio. En 1931 un pasajero llamado W. K. Norton se mandó un frasco de pastillitas de colores con media botella de bourbon barato y se quedó dormido para siempre. A partir de entonces, tal vez por efecto dominó, no fueron pocos los que decidieron poner fin a sus problemas y angustias en alguna habitación del Cecil, a punto tal que en 1960 era conocido por sus habitués como «The Suicide».

La Dalia Negra

El primer crimen que fue asociado al Cecil no ocurrió en sus instalaciones. Elizabeth Short apareció descuartizada el 15 de enero de 1947 en el distrito de Leimert Park. Era una aspirante a actriz y modelo de 22 años. Solía trabajar como mesera al aguardo de que algún cazatalentos pusiera sus ojos en ella; fue vista por última vez tomando una copa en el bar del hotel pocos días antes de que Betty Bersinger encontrara su cuerpo en un descampado. El caso fue conocido en la prensa amarilla como «La Dalia Negra» (en alusión a la película La Dalia Azul, estrenada por aquellos días, que trataba de la desaparición de una chica a la que luego encontraron muerta. Además, Elizabeth siempre vestía de negro). El crimen permanece irresuelto y abierto hasta nuestros días.

Elizabeth Short, «La Dalia Negra»

El primer crimen registrado en el tenebroso hotel de Main Street fue en 1964. Georgina «Pigeon Goldie» Osgood era una telefonista jubilada que vivía en el Cecil y consumía su tiempo alimentado las palomas de la plaza Pershing, a pocas cuadras de allí. Vastamente conocida por los habitués del hotel, Goldie fue encontrada violada, apuñalada y estrangulada en su habitación saqueada. La policía arrestó a Jacques B. Ehlinger de 29 años de edad, caminando por la plaza donde Goldie solía alimentar a sus queridas palomas, con la ropa ensangrentada. Sin embargo no pudo ser relacionado con la muerte de la anciana y lo liberaron a los pocos días. Como el de Elizabeth Short, el caso nunca fue aclarado.

La turista de Vancouver

Elisa Lam había nacido en Vancouver; llegó a Los Ángeles el 26 de enero de 2013 de vacaciones, luego de haberse graduado en la Universidad de Columbia Británica no sin gran esfuerzo toda vez que se le había diagnosticado trastorno bipolar y depresión. Se alojó en el Cecil (que por entonces ya se llamaba Stay on Main pero aún conservaba –como hasta nuestros días– el viejo cartel). Su idea era pasar unos días en L.A. y luego seguir viaje a las playas de Santa Cruz (no, esa no… esa tampoco… la de California). Pero su última noche en Los Ángeles fue su última noche.

Elisa Lam

Desapareció el 31 de enero y no se supo nada más de ella. La policía registró el hotel sin resultados. Dos semanas después los investigadores publicaron un video de la cámara de seguridad de uno de los ascensores. En la grabación puede verse a Elisa actuando de modo extraño. Primero parece esconderse –con gesto aterrado– contra una de las paredes internas del ascensor, junto a la botonera. Luego se asoma y gesticula moviendo los brazos como si hablara con otra persona, pero solamente ella aparece en la imagen. Finalmente abandona el ascensor, sale de cuadro y las puertas del elevador se cierran. Oscuridad.

El 19 de febrero, alertados por las quejas de los pasajeros por el sabor del agua y la baja presión, personal técnico revisó los tanques del edificio y en uno de ellos encontraron el cuerpo de Elisa. Era evidente que hacía mucho que estaba allí. Para llegar a esos tanques hacían falta las llaves de la terraza, los códigos de seguridad a los que solamente tenían acceso los empleados del hotel, colocar altas escaleras portátiles que no estaban en el lugar y mover una pesada tapa.

Los forenses no encontraron signos de violencia física o sexual, tampoco drogas a excepción de los medicamentos prescriptos que consumía. Descartaron el suicidio y la participación de algún trabajador del Cecil, pero no pudieron avanzar más. Como en los otros casos las respuestas no llegaron nunca.

La sangre llama a la sangre

Richard Ramirez, también conocido por el apodo de «The Night Stalker» («El acosador nocturno»), fue un asesino en serie estadounidense que mató a 14 personas en la ciudad de Los Ángeles entre los años 1984 y 1985. Durante esa temporada se alojó en el Cecil con asiduidad. Era un tipo jodido, además de los 14 homicidios fue encontrado culpable de 9 violaciones, 2 secuestros y 14 allanamientos de morada entre otros ítems de la lista de delitos por la que fue condenado a muerte, aunque finalmente murió de una insuficiencia hepática mientras estaba en el corredor de la muerte en San Quentin.

Richard Ramírez

Bajo su nueva denominación de «Stay in Main», el misterioso hotel se encuentra por estos días en reformas encaradas por sus nuevos dueños. Los precios son accesibles y si uno tiene suerte puede ser testigo de un caso policial, aunque si no tiene suerte podría ser el protagonista.

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