Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)
Desde fines de 1968 se produjeron en la zona de la bahía de San Francisco una serie de asesinatos que monopolizaron el interés del público. Pusieron los pelos de punta a toda la policía, no solamente porque a medida que se sucedían los hechos no se encontraban pistas lo suficientemente sólidas que permitieran algún optimismo en la resolución de los casos que se iban acumulando. También porque el asesino comenzó a enviar cartas a la redacción de algunos diarios locales en los que confesaba los asesinatos y daba datos encriptados sobre su identidad.
El 20 de diciembre de 1968, David Arthur Faraday (17 años) y Betty Lou Jensen (16 años) regresaban de un concierto navideño y decidieron estacionarse (guiño, guiño) en cercanías del lago Herman, en lo que constituía una especie de «villa cariño» del lugar.
Eran poco más de las diez de la noche y unos minutos después otro coche estacionó junto a ellos. Un testigo pasó por el lugar y vio ambos autos. Momentos más tarde creyó haber escuchado un disparo, pero no estaba seguro porque tenía la radio encendida. Lo cierto es que Faraday recibió un disparo, mientras que Betty Lou Jensen recibió cinco plomos luego de intentar huir del asesino.
Blue Rock Springs
El segundo hecho se produjo unos seis meses después a poco más de 5 km. del primero, en el estacionamiento del campo de golf Blue Rock Springs. Michael Mageau y Darlene Ferrin fueron atacados con un arma de fuego en la noche del 4 de julio de 1969. El modus operandi fue similar: el asesino estacionó su auto junto al de la pareja y minutos después les disparó con una Luger 9 mm.
A Darlene la declararon muerta en el hospital, mientras que Michael sobrevivió a pesar de recibir balazos en el rostro, el cuello y el tórax. Poco después de la medianoche un llamado anónimo informó del crimen a la policía de Vallejo. La misma persona –un hombre– confesó haber cometido los asesinatos, tanto de Mageau y Ferrin como los de Faraday y Jensen, medio año antes.
Llegan las cartas
Casi un mes después del segundo crimen, llegaron a la redacción de los diarios Vallejo Times Herald, San Francisco Chronicle y San Francisco Examiner, cartas casi idénticas firmadas por «Zodiac» en las que reconocía los crímenes. Además acompañaba un criptograma de 408 caracteres que, supuestamente, desvelaban su identidad. En sus notas, Zodiac advertía que si no eran publicadas en la primera plana de cada uno de los periódicos, el siguiente fin de semana asesinaría a 12 personas más. Obvio que fueron publicadas.
Esta carta fue el inicio de un intercambio epistolar en el que el asesino confrontaba a las autoridades. Pero al mismo tiempo, los crímenes continuaron. El 27 de septiembre Cecilia Shepard y Bryan Hartnell fueron atacados por Zodiac, que en esta ocasión llevaba una capucha de verdugo que ocultaba su rostro. La pareja fue atada y luego apuñalada. Cecilia murió poco después, pero Bryan Hartnell sobrevivió y pudo describir al atacante y su disfraz.
Tres semanas después, en San Francisco, Zodiac disparó a Paul Stine, un taxista, en su automóvil. Después de asesinarlo, el Zodiaco tomó parte de su camisa ensangrentada y la envió a los periódicos, como prueba de su crimen.
Un identikit
A todo esto, los investigadores estaban totalmente en pelo… desconcertados. Si bien había algunos sospechosos apuntados, no existía ningún tipo de elemento probatorio que permitiera tan siquiera procesarlos y en todos los casos fueron liberados luego de un interrogatorio.
La policía realizó un retrato hablado y estableció que el asesino tenía entre 40 y 50 años y era blanco, corpulento, de pelo castaño y que era muy inteligente (y sí, los boludeó por décadas). También definieron un sospechoso principal: Arthur Leigh Allen. Muchas pistas lo incriminaban e incluso algunos amigos lo señalaron. Sin embargo, a finales de 2003 se descubrió que sus huellas no coincidían con las que aparecían en la carta que protagonizaba el caso.
Por su parte, Zodiac parecía disfrutar su momento. Continuaba su relación epistolar con los medios de prensa, sus criptogramas ya eran esperados por el público y uno de ellos recién pudo ser descifrado medio siglo después.
Comentando películas
El de Paul Stine fue el último crimen que indudablemente cometió Zodiac. Posteriormente hubo múltiples denuncias sobre asesinatos o intentos, pero en ningún caso el vínculo con el «asesino del zodíaco» pudo ser del todo establecido.
El asesino no volvió a atacar y su comunicación epistolar con los medios de prensa se silenció hasta el 29 de enero de 1974. Fue cuando el Chronicle recibió una carta del Zodiaco sellada el 29 de enero de 1974, elogiando el film El exorcista como «la mejor comedia satírica que había visto». Ese mismo año el Chronicle recibió otras dos cartas, pero no pudo corroborarse que el autor de las mismas haya sido efectivamente el Zodíaco. Tras otros cuatro años de silencio, The Chronicle volvió a recibir notas en 1978, pero al igual que la última de 1974, nunca se verificó que el autor fuera el asesino.
Tardía resolución
Sin poder anotarse ningún éxito, la policía siguió investigando los crímenes durante todos estos años. En 2004 la cosa parecía estar en punto muerto y a punto de ingresar al archivo. Pero tres años después cobró nuevo impulso y en 2021 expertos del FBI anunciaron que habían identificado al asesino del zodíaco. El autor de los crímenes fue Gary Francis Poste, pero no fue detenido ni enjuiciado porque había muerto un par de años antes.
La identificación se logró luego de cotejar muestras de ADN de Poste con perfiles genéticos obtenidos en las escenas de los asesinatos. Esto permitió encontrar conexión inobjetable entre Poste y al menos cinco de las víctimas.
Casi medio siglo le llevó a los investigadores dar con el criminal, que terminó sus días impune.