Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)
Bora, el mundialista. De los Milutinovic, quizás el mejor futbolista haya sido Milos, el mayor. Jugó en la selección yugoslava durante cinco años y participó en los mundiales de Suiza (1954) y Suecia (1958), en este último compartió plantel con Milorad, el del medio.

El menor, Velibor –mucho más conocido como Bora– fue, al parecer, el menos destacado en el campo de juego, aunque también fue convocado al equipo nacional. Pero lo cierto es que ninguno de los tres Milutinovic fueron brillantes como lo fueron –por ejemplo– los más destacados jugadores yugoslavos como Stjepan Bobek o Bernard Vukas, declarado como el mejor futbolista croata de la historia (recordemos que Croacia, junto a Esolvenia, Bosnia y Herzegovina, Serbia, Kosovo y Macedonia del Norte, formó parte de Yugoslavia, un simpático experimento soviético que existió entre 1918 y 1992).
Al mundo
Pero la poca trascendencia de Bora con los cortos se revirtió cuando decidió convertirse en entrenador. Después de jugar en su país natal, en Suiza y Francia, terminó su carrera en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde ganó una liga y una copa de campeones.

Tras colgar los botines, Milutinovic fue contratado por los «Pumas» para dirigir al primer equipo, iniciando de este modo la tradición de designar a ex jugadores del club como directores técnicos. Costumbre que luego fue imitada por varias de las más importantes instituciones del mundo.
Así comenzó una carrera en la que se destacó, más que por sus logros –que los tuvo– por ser uno de los entrenadores que dirigió en más mundiales, solamente superado por Carlos Alberto Parreira. El brasileño estuvo presente en seis mundiales (siete si se tiene en cuenta uno en el que fue técnico alterno), en tanto que el yugoslavo (hoy serbio) lo hizo en cinco.
Con el Tri
En México es un ídolo. Fue el último entrenador que llevó a su seleccionado a cuartos de final en un Mundial. Desde 1986 que el «Tri» no llega al «quinto partido» y medio que es una obsesión para los aficionados aztecas. Porque si bien en 1970 llegó por primera vez a cuartos, en aquel mundial, en el que participaban solamente 16 equipos, no se jugaban octavos.
Esto es así a punto tal que es tema obligado cada vez que un medio de ese país lo entrevista. Y su respuesta es siempre la misma: «De eso no me gusta hablar. Pienso que la barrera de México no debe ser el quinto partido porque la Selección de México en el 86 ya jugó 5 partidos, entonces México debe tener ambición de jugar más partidos, de llegar a semifinales e incluso a la final. Además, no creo que hay barreras, sólo es cuestión de mentalidad. Los tiempos ahora no son iguales, en aquella época nosotros teníamos sólo un jugador fuera del país, era el extraordinario Hugo Sánchez. Por cierto, aprovecho la ocasión para saludar a todos los jugadores que fueron parte de la Selección Nacional en el 86. Lograron un resultado inolvidable aunque jamás pensé que pudiera durar tanto tiempo este récord. La barrera no son cinco partidos, ésos ya los jugamos, la barrera deben ser más».
Mundialista
Bora Milutinovic tenía la extraña y envidiable capacidad de dirigir, en la mayoría de las oportunidades, seleccionados que ya habían obtenido su clasificación al Mundial. Así pasó con México y Estados Unidos cuando estos países fueron países organizadores. En el caso de USA, obtuvo el cargo porque Franz Beckenbauer se lo recomendó al recientemente fallecido Henry Kissinger. Allí le ganó la pulseada al portugués Carlos Queiroz y a Rinus Michels, el padre del Holanda de 1974.

Cuando estaba decidiendo qué jugadores integrarían el plantel estadounidense, Bora se fijó en un colorado de pelo largo y con pinta de músico de rock. De Alexi Lalas le llamó la atención su desempeño en el fútbol-tenis. El defensor de Michigan comentó en alguna oportunidad que «sabíamos que Bora se lo tomaba muy en serio (el futbol-tenis) porque él también lo jugaba. Para él, la evaluación de ese juego era más sobre cómo el individuo o individuos abordaban el juego en conjunto. ¿Qué es lo que están haciendo?, ¿qué tan competitivos son? ¿Cómo se tomaron la derrota? ¿Cómo eligen a su pareja?».
Más selecciones
Al seleccionado de Costa Rica lo agarró, ya clasificado, un par de meses antes del inicio del Mundial de Italia, en 1990 (el primero que jugó el país centroamericano) y llegó a la competencia con apenas cinco partidos amistosos. Sin embargo logró clasificar a octavos, etapa en que fue eliminado por Checoslovaquia. Aquel equipo fue una de las sorpresas del torneo y fueron recibidos como héroes al regresar al país.

En Nigeria también asumió cuando el seleccionado ya estaba clasificado para el Mundial de Francia. Venía de dirigir su segundo ciclo en México y a pesar de haber logrado que los aztecas ingresaran al certamen ecuménico, fue reemplazado por Manuel Lapuente. Con el equipo africano volvió a clasificar a octavos de final. En esa instancia cayó ante Dinamarca.
Su última participación mundialista fue dirigiendo a China, que bajo su conducción logró clasificar por primera vez a una competencia ecuménica, en este caso el de Corea/Japón jugado en el 2002. Fue su única experiencia mundialista en la que no pudo superar la etapa de grupos.
Posteriormente se hizo cargo, sucesivamente, de los representativos de Honduras, Jamaica e Irak, habiendo sido este su último trabajo como entrenador.
La etapa azulgrana
El serbio (por entonces yugoslavo) también dirigió en nuestro país. En 1987 firmó con San Lorenzo y realizó una muy buena campaña durante… ocho partidos. «Yo quería descubrir el fenómeno del fútbol argentino. San Lorenzo es el único equipo que hubiera dirigido y fue experiencia extraordinaria en ocho partidos» expresó en una entrevista radias varios años después. Sorpresivamente decidió renunciar cuando el equipo venía invicto y luego de ganarle a Boca en la Bombonera».

En la entrevista referida, Milutinovic explicó los motivos de su intempestiva salida del club de Boedo: «Cuando San Lorenzo ganó en la Bombonera, yo salgo tapa en El Gráfico. Estábamos primeros y no habíamos perdido ni un partido y entonces me llegó una oferta del Udinese y decidí irme. Le gané a Boca, salí en la tapa de la revista, ¿qué más podía hacer?».
Retiro dorado
Su vida de trotamundos le permitió poder trabajar con jugadores de los más diversos puntos del mundo. Para afrontar esos desafíos, Bora está convencido de que «debes conocer su cultura. El jugador no es sólo lo que hace con la pelota. Es una emoción que se debe controlar, es tener la cabeza fría, es la solidaridad… En la primera charla que di en China, los jugadores me esperaban con papel y boli. Ellos no son los raros, soy yo. No saben improvisar porque la parte del cerebro que permite improvisar no la tienen activada, pero son muy disciplinados. Fuimos al Mundial, por vez primera en 44 años».
Ya retirado de su función de entrenador, Bora Milutinovic reside desde hace más de diez años en Doha, donde es asesor en materia futbolística del Emir de Qatar, un laburo que más de uno quisiéramos tener. También ocupa su tiempo en otra de sus pasiones (además del fútbol y los petrodólares): el ajedrez.

