Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)
La pelea del siglo. Aquella tarde – noche de septiembre, el Polo Grounds, un estadio de beisbol a orillas del Central Park, desbordaba de público. En el centro del campo de juego un ring sobresalía bajo la amarillenta luz de los reflectores. Jack Dempsey, una verdadera topadora, realizaba la quinta defensa de su título universal de los pesos pesados. Lo había obtenido cuatro años antes, cuando venció a Jass Willard. Aquella pelea fue una carnicería. Willard fue a la lona siete veces en el primer round. En el tercero volvió a caer y ya no se levantó.
El rival de turno era una figura en ascenso para la afición norteamericana, que llegaba desde lejanas tierras del sur. Luis Ángel Firpo había nacido en la localidad bonaerense de Junín en 1894. Y se había iniciado en el boxeo cuando trabajaba de cobrador de una fábrica de ladrillos y fue asaltado por tres ladrones. Usando solamente sus puños, puso a dos de los malhechores a dormir y el tercer caco huyó para salvarse de la paliza. Félix Bunge, dueño de la fábrica de ladrillos, olfateó el potencial de Firpo y le dio la oportunidad de comenzar a entrenar como boxeador profesional. De hecho, se convirtió en su manager y su amigo.
Los afiches que publicitaban la pelea anunciaban al argentino como «The bull of the pampas» (El toro de las pampas), que llegaba a esa noche con 31 peleas profesionales, de las que había ganado 28, perdido dos y terminado una sin definición.
Un codo roto y nueve caídas
En el cuadrilátero del Polo Grounds se dirimía lo que se anunciaba como «La pelea del siglo». Tal vez la primera de las muchas peleas del siglo que hubo en el siglo pasado. Se enfrentaban dos fuertes pegadores y la expectativa del público sería correspondida en una pelea tan intensa como breve.
A esta altura del partido deben quedar pocos distraídos que no tengan ninguna referencia de esta pelea. A ella hicieron alusión periodistas, historiadores, escritores, películas y canciones. Duró apenas dos rounds. La primera mano la puso el argentino (que subió al cuadrilátero con un codo dislocado). Y le hizo poner una rodilla en la lona al campeón.
Pero si bien el comienzo fue por demás auspicioso, el desarrollo del combate sería ampliamente favorable para el defensor del título. Firpo cayó siete veces en el primer round y dos veces más en la segunda vuelta. A la novena caída no volvió a levantarse. De haber existido la actual regla por la cual tres caídas en un mismo round significan el nocaut técnico, el argentino hubiera quedado afuera antes del minuto.
El robo del siglo
Pero nada de lo anterior hubiera sido importante si no fuera por el hecho de que, según la reglamentación de la época, Dempsey debería haber perdido por nocaut la pelea cuando el argentino lo mandó al ring side de una piña antológica. Según la fuente que se consulte, el norteamericano demoró entre 20 y 45 segundos en volver al ring. Y no pudo hacerlo sin la ayuda de los espectadores. El árbitro Jack Gallagher debió haber contado pero se hizo el otario y reanudó la pelea. Firpo no tuvo otra oportunidad.
En Argentina la pelea se siguió por radio, según lo relata Julio Cortázar en «El noble arte»: «En 1923 los argentinos escuchamos la transmisión casi directa desde el Polo Grounds de Nueva York. El relato del combate en que Jack Dempsey retuvo el campeonato mundial de peso pesado al poner fuera de combate a Luis Ángel Firpo en el segundo round. Yo tenía nueve años, vivía en el pueblo de Banfield, y mi familia era la única del barrio que lucía una radio, caracterizada por una antena exterior realmente inmensa, cuyo cable remataba en un receptor del tamaño de una cajita de cigarros pero en el que sobresalían brillantemente la piedra de galena. Y mi tío, encargado de ponerse los auriculares para sintonizar con gran trabajo la emisora bonaerense que retransmitía la pelea».
El ritual se repitió en numerosas casas de la Argentina. Y quienes no podían acceder a este moderno invento, se conformaban con agolparse en la puerta de algunos diarios que iban informando en grandes pizarras las distintas circunstancias del combate. En el Palacio Barolo, el entonces edificio más alto de la ciudad de Buenos Aires, el diario Crítica instaló dos reflectores, uno de luz verde y el otro de luz roja. La primera significaría el triunfo del compatriota, la segunda informaría su derrota. A poco más de un minuto de combate el operador se entusiasmó cuando Dempsey voló fuera del ring y encendió la luz verde, provocando la euforia de los presentes, que se vieron profundamente decepcionados cuando un par de minutos después el segundo reflector tiñó de bermellón los claroscuros de la avenida de Mayo.
La versión del campeón
«Para todo el mundo, sin exceptuar inclusive a mi promotor Tex Richard, la pelea duró cuatro minutos. Pero para mí —y para Luis Angel Firpo también, según me lo confesaría mucho después en Buenos Aires— fueron 240 segundos delirantes, excitantes, quizás los mejores de la historia del boxeo mundial» recordaría medio siglo después Jack Dempsey en El Gráfico, «en ese momento Firpo tenía dos años menos que yo y me superaba en 16 kilos. Sí, me di cuenta al sonar el gong del primer round que las papas iban a quemar en el Polo Grounds aquella memorable noche».
Además de Cortázar, Macedonio Fernández, Adolfo Bioy Casares, Osvaldo Soriano, Enrique González Tuñón y Juan Filloy, entre otros, hicieron referencia a esta pelea –o a sus protagonistas– a lo largo de su obra literaria. Inclusive la canción del cantautor italiano Lelio Lutazzi, «Vecchia America» recuerda a los boxeadores. «Vecchia America dei tempi / di Rodolfo Valentino / quando Al Johnson canticchiava / e Frank Sinatra era bambino / quando Gershwin rapsodiava tutto in ‘blue’ / sei rimasta un bel ricordo / e nulla più» («Vieja América de los tiempos / de Rodolfo Valentino / cuando Al Johnson tarareaba / y Frank Sinatra era un niño / cuando Gershwin rapsodió todo en ‘azul’ / has seguido siendo un buen recuerdo / y nada más»). Años después esta canción se convertiría en el jingle de una publicidad de cigarrillos Particulares.
Luis Ángel Firpo fue nuestro primer «campeón moral». Además, es considerado el padre del boxeo profesional de la Argentina. Y en homenaje a la histórica pelea ante Jack Dempsey, de la cual se cumplió un siglo la semana pasada, se celebra cada 14 de septiembre el «Día del boxeador argentino».