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Altagracienses por el Mundo

La historia de Rodrigo: reinventarse en familia, la apuesta más valiosa en Italia

La historia de Rodrigo: reinventarse en familia, la apuesta más valiosa en Italia

En esta sección te invitamos a conocer las historias de altagracienses que viven en diferentes partes del mundo. AGNoticias dialogó con Rodrigo quien desde Alta Gracia hasta un pequeño pueblo en Le Marche, como padre eligió apostar por los sueños y la educación de sus hijos. Un relato de cambios, aprendizajes, sabores nuevos y la certeza de que siempre se puede volver a empezar.

En AGNoticias la sección «Altagracienses por el Mundo» ya es un clásico de nuestro portal informativo. Un espacio dónde les acercamos los lectores historias de vecinos, amigos o familiares que dejaron su ciudad natal y que ahora están viviendo diferentes experiencias alrededor del mundo. En esta oportunidad, conocemos más al altagraciense Rodrigo Reartes.

Tomar la decisión de dejar Argentina no es sencillo para nadie. Menos aún cuando hay hijos pequeños y todo un proyecto de vida construido. Sin embargo, cada vez más altagracienses eligen emigrar en busca de nuevas oportunidades.

Entre ellos se encuentra Rodrigo Reartes, de 37 años, peluquero de oficio e integrante de una familia muy conocida en Alta Gracia, que desde hace algunos meses se instaló junto a su esposa y sus dos hijos en Arcevia, una pequeña localidad italiana situada en la provincia de Ancona, dentro de la región de Le Marche.

En primer lugar, Rodrigo explicó que la decisión de emigrar no fue impulsiva, sino fruto de una larga reflexión y preparación. Con dos hijos en edad escolar, sabía que el paso significaba mucho más que cambiar de escenario.

No hubo una sola cosa que nos hizo decidir irnos, fueron muchas. Sentíamos un estancamiento, intentos de progresar que no daban frutos, la inseguridad y, sobre todo, el deseo de darles a los chicos una educación mejor”.

Y agregó: “También estaban los sueños personales y familiares que queríamos cumplir de este lado del charco. En definitiva, buscábamos un futuro digno para los cuatro, aunque sabíamos lo que significaba dejar atrás lo que habíamos construido en Alta Gracia”.

El arraigo de una tradición familiar

La historia de este altagraciense no puede entenderse sin mencionar a su familia. Su padre, Eduardo Reartes, fue durante décadas uno de los peluqueros más reconocidos de la ciudad con su local en calle Urquiza.

Sus hermanos siguieron el mismo camino: Fernando, con la peluquería TKR, y Walter, que también tuvo su salón en Alta Gracia y que hoy reside en Ripatransone, Italia, a unos 130 kilómetros.

En ese linaje se formó Rodrigo, que desde 2017 lleva adelante su oficio con pasión. Hasta hace pocos meses atendía en su peluquería de calle Italia en Alta Gracia, la cual cerró en marzo para iniciar este nuevo capítulo.

La peluquería sigue siendo parte de mi vida. Armé un espacio en casa y atiendo tanto a italianos como a algunos argentinos que viven acá en el pueblo. Es un ritmo más tranquilo, pero me permite seguir en contacto con mi vocación”.

El aterrizaje en Arcevia: casa lista y brazos abiertos

Un detalle que marcó la diferencia en su experiencia migratoria fue haber gestionado la vivienda desde Argentina. Gracias al contacto con Maite, una argentina de Necochea que vive en Italia junto a su esposo Juan, lograron alquilar una casa antes de viajar.

“Cuando llegamos ya teníamos las llaves. Maite y Juan hablaron con la dueña, se pusieron de garantes y nos allanaron muchísimo el camino. Hasta hoy seguimos en contacto y nos ayudan en lo que necesitamos. Esa generosidad fue clave para sentirnos acompañados desde el primer día”.

El pueblo que los recibió tiene un encanto particular. Con apenas unos miles de habitantes, Arcevia combina las montañas con la cercanía al mar Adriático, que queda a solo 30 minutos en auto.

Sus calles empedradas, las casas de piedra y los paisajes verdes contrastan con el ritmo de vida más acelerado al que estaban acostumbrados en Alta Gracia.

Trabajo, adaptación y sacrificios

Rodrigo afirmó que en su zona hay mucho trabajo disponible, aunque la condición es clara: tener papeles y estar dispuesto a aceptar lo que aparezca.

Su esposa encontró trabajo como «badante» en italiano, cuya traducción al español es «cuidador». La mujer trabaja cuidando ancianos, una tarea común entre los inmigrantes latinoamericanos en Italia.

“Estoy muy orgulloso de ella. Acá lo importante es no hacerle asco a nada. Yo mismo trabajé en distintas cosas: limpiando, acomodando camas, en la cocina de un hotel. Todo suma cuando la meta es clara”.

La clave, según él, está en la actitud de adaptación: entender que uno es el extranjero y que debe amoldarse a la cultura local. “Si pensás venir pero no estás dispuesto a adaptarte, ni lo intentes”, precisó con firmeza.

Una comunidad que abraza

Una de las mayores sorpresas fue la hospitalidad de los italianos y de los propios argentinos que residen allí.

“Nos encontramos con gente que nos ayudó sin pedir nada a cambio. Cuando ven que intentás hablar el idioma y adaptarte, más te abren las puertas”.

A continuación, añadió: “En ciudades grandes tal vez sea distinto, pero acá, en un pueblo, el trato es muy cercano. Eso hizo que nos sintiéramos cómodos muy rápido”.

El apoyo también se vio reflejado en la integración de sus hijos. Apenas llegaron, el mayor asistió al último mes de clases y la escuela les brindó todo lo necesario para que se adaptara: desde útiles hasta acompañamiento especial. En pocos días, los chicos comenzarán un nuevo ciclo escolar con entusiasmo.

Cultura, tiempos y sabores

Rodrigo no oculta su sorpresa ante algunas características de la vida italiana. Por un lado, la burocracia, que describe como “interminable y demasiado organizada”, obliga a aprender paciencia. Por otro, destaca la filosofía de vida:

Ellos trabajan para vivir, no viven para trabajar. Eso te obliga a bajar un cambio. Al principio cuesta, pero después entendés el valor de esa forma de ver la vida”.

La gastronomía es otro de los grandes atractivos:

La pasta es incomparable, se hace con harinas 0 o 00 y eso cambia todo. Las verduras tienen un sabor distinto, más natural. Casi no usan conservantes. Lo mejor es que todo es accesible: no tenés que privarte de comer bien para llegar a fin de mes.

El clima, por su parte, le resulta similar al de Alta Gracia: veranos calurosos y húmedos, con la ventaja de tener el mar cerca y poder disfrutarlo con frecuencia.

Con miedo, pero con decisión

Aunque evita dar consejos directos, el altagraciense compartió un mensaje poderoso:

“Nosotros también tuvimos miedo, pero lo hicimos igual. El miedo no desaparece, se atraviesa con convicción. Teníamos sueños y metas, sabíamos que iba a costar, pero si no ponés garra no llegás a nada”.

Asimismo, expresó: “Hoy puedo decir que valió la pena: ver a mis hijos felices en el lugar que elegimos es lo más importante”.

¿Volver a Argentina?

La pregunta es inevitable. ¿Piensa Rodrigo en regresar a Alta Gracia? Su respuesta es clara: por ahora no.

“Nuestros planes están acá, en Italia. Sí nos encantaría volver de paseo, visitar a nuestra familia y amigos, recorrer nuestra ciudad y disfrutar de esas cosas que uno extraña: los asados, las juntadas, la siesta tranquila de domingo, los mates compartidos en la vereda. Pero hoy nuestra meta es establecernos bien acá y seguir creciendo como familia”.

La historia de Rodrigo refleja lo que muchos altagracienses viven al decidir emigrar: una mezcla de miedos, sacrificios y esperanzas que se transforman en aprendizaje y nuevas oportunidades.

Dejar la comodidad para aventurarse a lo desconocido requiere coraje, y él lo sabe mejor que nadie:

“Con 37 años puedo decir que todo el esfuerzo está valiendo la pena. Reinventarse no es fácil, pero es posible. Y cuando ves a tus hijos sonreír y adaptarse, entendés que tomaste el camino correcto”.

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