Recuerdo la publicidad de una antigua tarjeta de crédito, muy valorada en aquella época, que decía: “Pertenecer tiene sus privilegios”.
Pertenecer. De esta manera, se infería que la misma brindaba seguridad y bienestar a quien la poseía. En este caso, la publicidad apuntaba a que nada es gratis; valorando la riqueza mediante la cual se puede acceder a un mundo materialista que, supuestamente daría la felicidad. Por lo que solo la persona rica o con un linaje especial, podían acceder.
El sentido de la publicidad aún representa el acceso a la exclusividad, a las posesiones poco frecuentes… es un sello que los diferencia del resto del mundo.
Y se les permiten las excepciones en aquellas cosas que quizás en otros, se vean denigrantes.
La pertenencia social es una necesidad humana básica; somos seres gregarios que necesitamos pertenecer a un grupo.
Sin embargo, hay personas que se sienten excluidas y por lo tanto aisladas de ese preciado grupo. No son tenidos en cuenta y eso les significa un gran dolor. Si aceptamos las diferencias se estaría legitimando al otro como un semejante, como un par. Se lo reconoce.
Hay diferentes maneras de pertenecer
En la infancia y adolescencia, los grupos de amigos son una de las principales redes que los contienen y que les brinda la confianza que necesitan en su búsqueda de la pertenencia.
Ya de adultos, el pertenecer a grupos de amigos significa también, un espacio en el que se comparten las distintas situaciones de la vida, brindando la pertenencia necesaria para sentirse acompañados.
En la pareja, en especial en años pasados, aún prevalece en algunos, la modalidad de presentar a su esposa como “la señora de”…
En este contexto de relación de pareja, el “pertenecer” no es lo más saludable, pues denota un no tener en cuenta o no dar valor a la individualidad de la otra persona. Se instala una especie de vínculo pernicioso del que es difícil salir.
La pertenencia implica vínculos afectivos, compartir valores, hábitos y un sentido de solidaridad hacia los demás.
Es innegable que cada uno de nosotros pertenece a una red de relaciones que dan sentido a nuestros pasos. Ser parte de algo te libera de la soledad y fomenta el compartir para vivir en sociedad.
Desde esta mirada del pertenecer, observamos una distancia sideral en cuanto al concepto de la riqueza como bienestar, de aquella pertenencia a la que aludía la exclusiva tarjeta de crédito.
Pertenecer tiene su privilegio
¿Qué es un privilego? ¿Quiénes son los privilegiados?
Según la etimología, son beneficios especiales; ventajas sociales de un grupo respecto de otro.
Haciendo historia, vemos que desde la antigüedad los privilegios existían.
En la antigua Roma, el sector privilegiado era el de los patricios, quienes eran los únicos que podían ejercer funciones de gobierno.
En la Edad Media con el sistema feudal, las clases privilegiadas eran la realeza y el clero.
En el período de la Revolución Francesa, los burgueses explotaban a los trabajadores en su propio beneficio.
En la actualidad, es la llamada «clase alta». La que posee las condiciones económicas para acceder a todos los servicios y en algunos casos, a los favores otorgados por los políticos de turno.
Otro sentido del concepto de privilegio, es la condición innata de una persona como Maradona, que nació con la aptitud de dominar la pelota o como Pavarotti con su magnífica voz.
Podemos hablar de un privilegio ante la situación de pocas personas que tienen el acceso a la mejor Universidad o viajes al exterior para perfeccionarse.
Algo que se repite año a año es el tema de la carencia de agua en determinados barrios. Un derecho básico para todas las personas, tan elemental para la vida, como lo es el agua, se transforma en un privilegio para aquellos que con sacrificio logran conseguir una botella de agua.
Entonces, hablar de privilegios trae inevitablemente su opuesto… la desigualdad, la injusticia.
Resulta difícil notar un privilegio si se está inmerso en él. Es como estar en una burbuja que te distancia del resto y simplemente… no los ves.
En cuestiones de género, parece que desde hace muchos años ya estaban establecidas ciertas diferencias respecto de lo que puede un hombre hacer y no tanto las mujeres.
El hombre avanza más rápido en puestos laborales, cobra mejores sueldos, no sufre de abusos con sus cuerpos… por nombrar algunos aspectos. Y esto no es culpa de ellos.
En realidad todo ello no se debería tomar como un privilegio sino como un derecho universal para todos.
Es imperioso visibilizar la diferencia de acceso a los derechos más básicos de seguridad y dignidad.
Hasta la próxima semana
¡¡Tengan un hermoso finde!!
