Jenni Benavidez, mamá de Maia, decidió entregar una medicación oncológica de alto costo. Dialogó con AGNoticias y contó que la medicación ahora la tiene la pequeña Valentina, otra niña en tratamiento. Tras un encuentro fortuito que confirmó que, incluso en los momentos más difíciles, la empatía puede marcar la diferencia.
En medio de controles médicos, barbijos y silencios compartidos en una clínica oncológica, surgió una historia donde la empatía y la solidaridad lograron abrirse paso. Jenni Benavidez, mamá de Maia, decidió donar una medicación oncológica que su hija ya no necesita a Valentina, otra niña que atraviesa una situación de salud similar y cuya familia tenía complicaciones para acceder al tratamiento por su alto costo.
El encuentro fue casi casual. “Nos reconocemos por los barbijos, las mamás oncológicas nos miramos distinto”, contó Jenni. Durante un control de Maia, se sentó junto a otra madre y comenzaron a conversar. “Me pregunta qué tenía mi nena y yo le cuento. Ahí me dice que su hija tenía un problema de plaquetas”, recordó.
La charla derivó rápidamente en los tratamientos. Maia se encuentra en la etapa final y ya no toma una de las pastillas claves de su proceso. “Justamente esa medicación Maia ya no la tomaba más, pero me habían quedado un par de cajas. A ellas la mutual no se las cubre al cien por ciento, solo un 30, y son medicamentos carísimos”, explicó.
La decisión no fue sencilla. “La entregamos con todo el miedo del mundo, porque desprenderte de algo así es muy difícil, nunca sabés qué puede pasar”, confesó. Sin embargo, la solidaridad fue más fuerte. Las cajas viajaron desde Alta Gracia hasta Río Seco y hoy Valentina ya cuenta con su medicación. “Ojalá que Maia no las necesite nunca más y que a Valentina le sirvan mucho”, expresó.
Más allá del gesto concreto, Jenni comparte una mirada que la acompaña desde que la enfermedad de su hija atravesó su vida. “Siempre digo que estamos en algún lugar justo por algo. Cada vez que Maia estuvo internada o pasó algo en la clínica, trato de pensar para qué estoy ahí, a quién puedo ayudar, aconsejar o simplemente escuchar”.
El deseo se multiplica en estas fechas. “Ojalá que todas podamos pasar una Navidad en casa”, dijo, con la esperanza intacta. Pasito a pasito, con redes invisibles que se tienden entre quienes comparten la misma lucha, la fe sigue puesta en un futuro mejor: un 2026 con niñas y niños sanos.






