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Panamericano de Paracaidismo: tocando el cielo con las manos

V Panamericano de Paracaidismo: tocando el cielo con las manos

Comenzaba el año 1980, y Alta Gracia se aprestaba a vivir, con el Panamericano de Paracaidismo, un gran acontecimiento deportivo. En un Aero Club que vivía por aquellos tiempos sus mejores años, la ciudad recibía por unos días a los mejores representantes del paracaidismo de todo el continente. De los archivos de Cosas Nuestras, traemos ese recuerdo.

El evento fue el 5º Campeonato Panamericano de Paracaidismo, que significó un verdadero suceso para la ciudad; no solo por lo que significó desde lo deportivo, sino porque Alta Gracia estuvo colmada por público que llegó desde todas partes, abarrotando los hoteles, llenando los restaurantes y poniendo a Alta Gracia en el mapa del país.

El torneo, desde adentro

No fue uno de los que saltaron, no fue juez ni organizador, pero José Schaffer, a partir de su trabajo de sonidista, vivió desde bien adentro lo que significó este evento. “Fue algo espectacular, de los eventos en los que más me gustó trabajar, y eso que hubo que hacer cosas casi de ingeniero en el predio”, nos cuenta José.

Es que claro, el evento de paracaidismo obligaba a que el cableado fuera subterráneo, y que los parlantes no interfirieran con la comunicación oficial del torneo. Todo, con una tecnología muy distinta a lo que hoy puede verse, lo que hacía más ardua aún la tarea.

Los mejores

Sin dudas, los mejores estuvieron en Alta Gracia entre el 9 y el 20 de abril de 1980. Con los “Golden Knight”, el equipo de la Fuerza Aérea estadounidense como grandes protagonistas, toda América dijo presente en el campeonato. Méjico, Cuba, Panamá, Venezuela, Colombia, Perú, Chile, Uruugay y hasta Sudáfrica (invitado) saltaron a su turno para maravillar al público presente.

La organización tuvo todo previsto: una carpa para que cada equipo se preparara, lugares exclusivos para plegar los paracaídas, los aviones y helicópteros listos para transportar a los deportistas… y hasta una (si, una sola) cabina de teléfono para que los muchachos y las chicas pudieran hablar con sus familias dispersas en toda América. “Era muy gracioso ver a los paracaidistas hacer cola para poder hablar a sus casas. Como había una gran camaradería, bromeaban, se empujaban y así pasaban la espera para hablar a sus casas”, sigue contando José Schaffer.

“Los militares eran muy celosos de lo organizativo esos días. No querían que nada se escapara y controlaban todo. Hasta hubo una persona (muy cercana a Roberto Hermann, presidente del Aero Club) que fue detenida por el solo hecho de subirse al techo de un hangar para sacar fotos”, agrega

Pero volvamos a lo deportivo. A su turno, cada delegación se subía al avión y lanzándose desde las alturas, realizaban en tandem las figuras artísticas que antes habían ensayado una y mil veces en tierra.

Así, lanzados en caída libre, antes de abrir sus paracaídas, los deportistas realizaban con el fondo celeste del cielo, un sinnúmero de figuras repletas de talento, trabajo en equipo y mucha, mucha adrenalina.

La ciudad y el torneo

Alta Gracia, como todo el país, estaba por ese entonces bajo gobierno militar. El intendente en el momento de este Campeonato era Capitán (R) Osvaldo Luis Nolverto y él mismo, junto a los mandos de la Fuerza Aérea presentes en el predio del Aero Club (que durante esos días pasó a ser “Aeródromo de Alta Gracia” estuvo supervisando cuestiones organizativas.

Hablando de organización. Más allá de aquellos que figuraron en la comisión, gente llegada desde Buenos Aires, hubo gente local que dejó todo para que Alta Gracia fuera el anfitrión ideal para los visitantes de todo el continente. Entre ellos, es justo nombrar la tarea desplegada por Roberto Hermann, Constantino Picco y Osvaldo Sbrola, quienes eran en ese momento los máximos directivos de un Aero Club pujante. Todo estuvo a la altura de recibir lo mejor del paracaidismo del continente.

Durante la estadía de las delegaciones, Alta Gracia estuvo a full. Las pocas plazas hoteleras se vieron pronto colapsadas, y hubo que buscar alojamiento hasta en La Serranita.

En Casablanca se hizo una gran reunión gastronómica (chivitos incluIdos), con lleno completo y números musicales como Las Voces del Virrey.

El Salón principal del Sierras Hotel volvió a vestirse de gala para las recepciones oficiales, y su lujo recordó viejos tiempos. O sea, Alta Gracia entregó todo por el evento. Y la gente respondió en multitudes.

Desde mucho antes de El Crucero hasta el Aero Club, los autos avanzaban a paso de hombre, los sectores de estacionamiento se repletaban y en las tribunas no cabía nadie más. Uno de los días, la organización -a través de las radios de Córdoba capital- le pidieron a la gente que “no fuera más a Alta Gracia, porque ya no había lugar para nadie en el predio”. Así de increíble.

Y allí, en el Aero Club, una romería, con miles mirando al cielo a los ases del paracaidismo, sintiendo que por unos días, ese cielo estaba al alcance de sus manos.

Deporte y anécdotas

José Schaffer, memorioso, recuerda unas cuantas. “Las delegaciones de paracaidismo paraban en el Sierras, y les habían puesto un colectivo para trasladarlas hasta el Aero Club. Allí viajaban todos, menos la campeona del mundo, Cheryl Stearns, que elegía todos los días, ir caminando -a veces trotando- hasta el predio. Ella decía que era parte de su entrenamiento”, cuenta José.

Pero hay más: “me instalé para poner sonido en una casa rodante que había conseguido en canje con Durante. A cambio, le conseguí que las expusiera en el predio. Terminó siendo negocio para todos porque yo pude trabajar tranquilo y él vendió unas cuantas”.

Schaffer también cuenta de cómo eran los yanquis: “en su carpa, un día hubo un lío bárbaro, discusiones y reto para uno de los integrantes que había cometido un error y le hizo perder el puntaje perfecto al equipo. Así de profesionales eran los muchachos”.

La gente disfrutó muchísimo, aplaudió a rabiar y disfrutó a pleno de un espectáculo que -convengamos- no se ve todos los días.

Lo que dejó

Más allá del éxito en sí del campeonato, el Panamericano dejó para la ciudad y para el Aero Club varios dividendos.

Con motivo del campeonato, EPEC amplió la red de alta tensión hasta la zona; además el  club realizó importantes mejoras en sus instalaciones, abriendo calles de ingreso y circulación, renovación y mejoras en sanitarios, iluminación y pintura. La provincia mejoró la ruta hasta el Club, quedando como beneficio a toda la zona y además, los paracaidistas luego de sus participaciones le donaron a los locales una buena cantidad de paracaídas y elementos de salto.

Fue histórico. Quienes lo vivieron de cerca, no lo olvidarán jamás. Por unos días, Alta Gracia convirtió en celestial un tiempo demasiado terrenal.

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