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Pan con aroma a recuerdos y amasado con la nobleza del trabajo familiar

Pan con aroma a recuerdos y amasado con la nobleza del trabajo familiar

Ruta 5, con frío o con calor, el pan está a disposición de todos. Noble producto del trabajo humilde y esforzado que significa mucho, mucho más que una hogaza para amenizar una comida. Conozcamos los secretos y todo lo que hay detrás de ese humilde puesto.

Sobre ruta 5 y al amparo de una sombrilla roja, se encuentra Juan Alberto Fernández; apoyado en una mini vitrina que deja ver su figura delgada y baja estatura, en la mano sostiene la bolsa lista para esperar un cliente. Ofrece la variedad de panes de elaboración artesanal. Turistas y lugareños, hacen un alto en el camino para llevarse un caserito.

«Hace 15 años que estoy aquí, la gente ya me conoce. Siempre estoy aquí, hay que pasar el invierno porque en el verano es más fácil, se vende más; hay turistas que saben donde me ubico y la calidad del pan que vendo. No solo pan, además tortillas, pan con chicharrón, sin chicharrón y con grasa«.

El difícil arte de vivir el día a día

«Yo trabajaba en las obras y todo terminó. Aquí no había posibilidades de conseguir algo, pensamos qué hacer y resolvimos inclinándonos por el horno de barro y a la semana siguiente, comenzamos con el pan. Todo fue muy rápido, lo decidimos y lo hicimos. Somos tres personas que estamos en esto, y desde temprano comenzamos la elaboración».

El horno de barro logró trascender a su época para convertirse en una tendencia actual, no solo en viviendas particulares sino en restaurantes, para la obtención de sabores y aromas de cocción originales.

El olor característico al horno y la masa leudada te llevará al puesto de venta. Te inyectará recuerdos, retrocederás a la época de los abuelos y es inevitable no acariciar alguna anécdota. Cerrar los ojos y tener un pan recién horneado en la mano es viajar en el tiempo.

«Todo comienza con el horno, el fuego se prende muy temprano, luego hay que esperar hasta que se caliente bien. Y yo llego con los panes calentitos aquí a la ruta cuando está aclarando el día, me vuelvo a la tarde cuando ya he vendido todo»

Pero Juan sigue contando cómo es su diario trajinar en la ruta. Orgulloso, cuenta: «Los fines de semana somos muchos con lo mismo.Hoy, como verá, solo dos. Quiero aprovechar para recordarle a todos que estoy a unos 100 metros de la entrada al supermercado, sobre ruta 5, todos los días. Para la gente que va a trabajar, que se dirige al dique, para el turista y para todas las personas que me conocen y me eligen. Al pan lo mantengo envuelto en lienzo y así queda con buena temperatura para la venta, el precio es $ 120. Como ya lo dije antes mi nombre es Juan».

Así de simple, así de sencillo. Tanto como amasar sueños y hacerlos realidad.

nakasone