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Crónicas al Voleo

Los negros de la NBA

El racismo lejos está de ser algo nuevo en el país del norte. El básquetbol fue uno de los escenarios donde se manifestó hasta no hace tanto tiempo.
Por Germán Tinti

Por estos días las expresiones en contra del racismo se han convertido en unánime tema mundial. Una problemática siempre latente y a duras penas metida debajo de la alfombra que cada tanto tiene. Explosiones planetarias cuyo detonador suele ser (como sucedió una vez más en esta ocasión) un caso de brutalidad policíaca que termina con un negro muerto a manos de un policía blanco. ¿Cómo podríamos enrolar a la famosísima NBA en todo este conflicto que trasciende las fronteras del deporte?

La cuestión se ha mantenido inalterable estos últimos siglos y todo indica que los cambios que se obtengan seguirán siendo lentos, costosos y dolorosos. A pesar de las abrumadoras y multitudinarias muestras de indignación y dolor de buena parte de la humanidad, persisten intrincadas ramificaciones de esta atávica pandemia que hace metástasis en todas las sociedades y que expresa las características más primitivas e irracionales del ser humano. La NBA no ha sido una excepción.

No es necesario ser especialista en la materia para deducir que el básquetbol, el segundo deporte más popular de los Estados Unidos (muy por debajo del fútbol americano y por encima del béisbol) estuvo y está dominado en aquel país por jugadores de ascendencia africana. Ya por cuestiones biogenéticas, ya por prejuiciosas certezas, muchos damos por sentado que los basquetbolistas de piel morena tienen mejor desempeño atlético que aquellas personas con menor producción de melanina.

Nos han comprado y hemos sido azotados / Nos trataron mal, hablemos de ello

Y algo de eso debe haber, si tenemos en cuenta que desde que James Naismith inventó el juego en la escuela del YMCA de Springfield (la de Massachusetts, no la de los Simpsons), a principios de la década de 1890; ya los equipos integrados por jugadores negros se destacaban por encima del resto. Sin embargo la organización del deporte quedó–como de costumbre– en manos de blancos. Por otra parte, la competencia pre profesional en Estados Unidos se articuló con una fuerte relación con un sistema educativo segregado, a través de equipos de escuelas preparatorias y universidades. Y se sabe que el acceso a una educación igualitaria fue, hasta los años 70, una misión ardua para los afroamericanos. Especialmente en los estados que hasta la guerra de Secesión integraron la Confederación.

Chuck Cooper, el que «hizo la punta» fichando para los Celtics en 1950.

Lo cierto es que la semilla de la archifamosa National Basketball Association se sembró en 1946. Fue cuando un grupo de propietarios de grandes estadios del noreste y medio-oeste de Estados Unidos se agruparon en la Basketball Association of America (BAA) y presentaron los 11 equipos que comenzaron la temporada 1946/47. Revisando las plantillas de jugadores de cada una de las franquicias (Boston Celtics, Philadelphia Warriors, New York Knicks, Washington Capitols, Providence Steamrollers, Toronto Huskies, Chicago Stags, St. Louis Bombers, Cleveland Rebels, Detroit Falcons y Pittsburgh Ironmen) notaremos con rapidez un detalle indisimulable: todos los jugadores eran blancos.

No dejaremos de movernos / Hasta que obtengamos lo que merecemos

Como quedó dicho, nadie tenía dudas que los mejores equipos de básquet estaban integrados por jugadores negros, pero su participación se limitaba a ligas menores, aun cuando siempre que se cruzaban con los blancos mostraban su superioridad. Pero debieron pasar 5 temporadas para que un jugador afrodescendiente pudiera firmar contrato en alguna de las franquicias que integraban la NBA.

En 1950 comenzaron a ocurrir los cambios. Chuck Cooper fue elegido por los Boston Celtics en el puesto 14 del draft,; se convirtió en el primero de su raza en conseguir un cupo en una franquicia de la que ya era una de las ligas deportivas profesionales más importantes del país. Nacido en Pittsburg, venía de brillar en el básquet universitario jugando para  las universidades Duquesne y West Virginia State. Y junto a Earl Lloyd, Nat Clifton y Hank Dezonie se convirtió en uno de los cuatro primeros negros en jugar profesionalmente en la NBA.

Earl Lloyd, el primero en debutar en un partido oficial de la NBA.

Pero fue Lloyd, un muchacho de Alexandría, un suburbio de Arlington, a orillas del Potomac, el primero en debutar en un partido oficial jugando para Washington Capitols. Ocurrió el 31 de octubre de 1950 en la derrota por 78 a 70 ante los Rochester Royals. “Big Cat” (ese era su apodo obtenido en la universidad) sólo jugó 7 partidos aquella temporada y fue despedido. Posteriormente firmó para Syracuse Nationals (1952-1958) y Detroit Pistons, para finalmente retirarse en 1960.

Ahora exigimos una oportunidad / Hacer cosas por nosotros mismos

Nat Clifton llegó a la NBA siendo ya una celebridad deportiva. A su regreso de Europa, donde sirvió durante la Segunda Guerra durante tres años, fichó para los New York Rens,. Era un equipo formado exclusivamente por negros. En julio de 1948 firmó para los legendarios Harlem Globetrotters, con los que recorrió el mundo durante 3 años, con un sueldo de 10.000 dólares al año. El salario más alto pagado a un jugador negro en aquella época. Además, en las post-temporadas de los Globetrotters jugó a béisbol como primera base en los Chicago American Giants. En la NBA jugó siete temporadas para los New York Knicks (subcampeón en dos ocasiones) y la última de su carrera (1957/58) lo hizo para los Fort Wayne Pistons.

Nat Clifton fue dos veces subacampeón los Knicks.

Menos recorrido en la NBA tuvo Hank DeZonie, que jugó solamente 5 partidos para los TriCities Black Hawks de Milwaukee. Luego de esa fugaz experiencia volvió a brillar en la American Basketball League, la primera liga profesional yanqui, que solamente sobrevivió 5 años a la competencia de la NBA, de la que era la principal competidora.

Sin embargo, los negros siguieron siendo discriminados en el básquet más importante de Estados Unidos. Algunos equipos, como los Minneapolis Lakers, no contrataron ninguno hasta 1956. Por lo demás, en general su función era capturar rebotes o marcar rivales. Recién en la temporada 1959/60 un negro fue el máximo anotador de la temporada: Will Chamberlain marcó 2.707 puntos para los Philadelphia Warriors.

Hermano, no podemos renunciar hasta que tengamos nuestra parte

Y si bien nunca se dijo en voz alta, en esas primeras décadas la presencia de jugadores negros en las franquicias tenía una especie de cupo. Un acuerdo no escrito y nunca reconocido en público limitaba a dos el número de basquetbolistas afroamericanos.

Hank De Zonie, otro de los pioneros en la integración racial de la NBA.

En el último decenio del siglo pasado, los jugadores de básquet blancos eran casi una rareza, pero como ha quedado dicho, eso no fue siempre así. De hecho, debieron pasar casi 20 años para que en la NBA se presentara un equipo integrado completamente por jugadores negros. El 26 de diciembre de 1964, los Boston Celtics alinearon al inicio del partido frente a los St. Louis Hawks a Bill Russell, Sam Jones, Willie Naulls, Tom Sanders y K.C. Jones. Ese quinteto pasó a la historia como el primero de raza negra de todos los tiempos en la NBA.

Decilo fuerte, soy negro y estoy orgulloso

La explosión a nivel global del básquet norteamericano terminó de imponer las razones económicas por encima de la sinrazón racista (aunque algunos no hayan dejado de serlo, pero prefieren la guita), los jugadores negros comenzaron a ser la mayoría, los más destacados y los mejores pagos. Y comenzaban a tomar cada vez mayor injerencia en la organización y administración de la NBA.

Los Boston Celtics presentaron, en 1964, por primera vez en la historia de la NBA, un quinteto inicial compuesto solo por jugadores negros.

El racismo –como está a la vista– no se termina. Y el escarpado camino de los basquetbolistas negros en la rutilante NBA indica que la lucha es larga; y que la discriminación y el racismo no deben ser cuestiones tolerables. Hay que eliminarlos de plano u horadarlas pacientemente. Pero nunca resignarse.

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