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Crónicas al Voleo

La reconstrucción de Lionel y mi resaca mundialista

«La reconstrucción de Lionel y mi resaca mundialista» Por Germán Tinti (especial para AG Noticias)

Parece el guion de un policial negro clase B rodado en barrio Pueyrredón. El libro bien podría haber sido escrito por Juan Sasturain y en el que el personaje principal, el inspector Lorenzo Etchenique (aka Etchenaik), es un veterano de la Federal devenido en detective privado. Bien podría ser interpretado por algún Nick Nolte criollo que represente a un investigador cínico y crepuscular, cansado de espiar esposas infieles, amante de bares de mala muerte que nunca cierran y donde la ginebra tiene un precio razonable. A ese tipo, que estaba seguro que la vida se había convertido en una monótona espera hasta el jonca, le aparece el caso de su vida.

Nuestro héroe sabe que más que difícil, la misión encomendada es prácticamente imposible. Sus huesos están cansados, está harto de que lo fajen, sus recursos no son los mismos de antes y la posibilidad de fracasar representa un porcentaje inusitadamente alto. Pero quienes lo buscaron y convencieron tienen una fe ciega en él. En sus arterias, reducidas por el colesterol, la sangre parece bullir con un brío casi olvidado. Otra vez el dulce aroma de la aventura, la emoción de la cacería, según canta Ian Gillan.

«En el barrio se relamen las pancartas / Avivando al modelo para armar»

Aunque no parezca (de verdad no lo parece hasta ahora), esto pretende ser un elogio a Lionel Andrés Messi Cuccittini. Sabemos que no está tan perjudicado como Nick Nolte en 48 horas, que no es aficionado al estaño de los bares y no se trasnocha junto a una botella de Bols y sistema sanguíneo goza de excelente salud.

Pero sabemos que a partir de la temporada 2019/20 empezamos a tomar conciencia de que lo mejor del astro rosarino había pasado. Ya no era ese muchacho imprevisible, ágil y desconcertante que ponía en ridículo a los más fieros zagueros del fútbol europeo. Esa temporada el Barcelona no ganó la liga española y quedó eliminado en cuartos de final de la Champions con un humillante 8 a 2 que le propinó el Bayern Munich en una amarga noche lusitana. La máquina blaugrana tenía los engranajes oxidados.

«Sentía que era extraño en esa orquesta / Que aburría de sonar en sol mayor»

Todo eso sin contar la desgraciada aventura de Rusia 2018, en manos de un técnico inoperante cual Napoleón desquiciado que creía que a Moscú se lo conquista recitando versos de los Redondos. Y un plantel que no estuvo a la altura de las circunstancias y encontró dificultades para superar escollos que a priori se veían accesibles (como aquel equipo de facherísimos pescadores de bacalao) y, finalmente, fue víctima de un Mbapé que recién dejaba los pañales y a quien nuestro jefecito solamente pudo mirarle el número cuando volaba para someter a Armani.

La inolvidable (e insoportable) foto de Río de Janeiro, en la que Messi mira a los ojos a la Copa del Mundo que levantarían los alemanes, seguía impune. ¿En qué  momento Messi habrá decidido que quedaba una oportunidad y tenía que aprovecharla? ¿Habrá sido en el silencioso vestuario del Kazan Arena o cuando convirtió de penal el gol de la victoria ante Ecuador, en la primera fecha de las eliminatorias? En aquel partido jugado en el Monumental, de los diez que acompañaron a Messi, ocho estuvieron en Qatar casi dos años y medio después.

«Baila, baila, el boca en boca está de faso / Pero esta vez, el muerto regresó»

Tenemos que tener en cuenta que a los primeros seis amistosos que Lionel Scaloni dirigió como entrenador interino, Messi los vio por televisión. Todos confiábamos que en el futuro se contaría con él, pero se tomó un tiempo para madurar sus ideas, sus proyectos y su estragegia.

No hay que descartar la posibilidad de que lo haya resuelto para taparle la boca a carteludos periodistas deportivos que se dedicaron, más que a criticarlo, a insultarlo, a cargarle la mochila con sus propias frustraciones, resentimientos e impotencias. La lista es larga y se la puede encontrar en twitter con la palabra clave «miserables».

Lo daban por muerto. Pobres de ellos, porque si bien fueron tenaces y crueles y hasta llegaron a expresar –ante millones de espectadores, audiencia que se multiplicó a través de las redes sociales– lenta pero evidentemente fueron mutando camaleónicamente, solapadamente, cobardemente.

«En las radios incitando al festival / Que recuerda por primera ves un hombre / Que la gente hoy está queriendo más»

Y llegó la Copa América, y nuestro Maracanazo, y el final de una sequía de 26 años. Algo había cambiado. Ese entrenador sin experiencia y cuestionado por gran parte del establishment que tenía bajo el sobaco su dossier de candidatos al puesto, volvía a darle al fútbol argentino un título internacional al tiempo que ponía de manifiesto algunas cosas que de a poco se irían consolidando: sentimiento de grupo, idea de equipo, objetivos comunes y la importancia de una transición generacional ordenada. Convirtió a un plantel de futbolistas en una «band of brothers».

A esta altura estaba clarísimo que había una reconstrucción en marcha. Argentina clasificó al Mundial de Qatar con autoridad. Atrás de Brasil, pero con autoridad. Pero todavía a esa altura el club de sommelieres de candidaturas a campeón del mundo nos miraba de reojo. No obstante, Messi priorizaba a la Selección por encima de cualquier otra posibilidad.

Pero el pequeño duende rosarino tenía reservado lo mejor para el final. Y después de un fallido comienzo (todo buen policial negro comienza con un crimen) empezó a derrochar magia. En una primera fase de árbitros que cobraban penales pelotudísimos, Argentina ligó un par y no los desperdició.

«Con el tiempo se nos fue para la cresta / De una ola que no para de crecer»

Esos penales provocaron la airada protesta de los aficionados mexicanos (incluido Canelo Álvarez, que prometió piñas y tuvo que recular en chancletas) y de hinchas del Real Madrid, que –parafraseando a Lugones– tanto tiempo sufrió con el Barça y sus estragos. Aquella camiseta blaugrana exhibida desafiante ante la tribuna madrilista no será olvidada jamás.

Pero también llegó el «¿Qué miras, bobo? Andá pa’ ya, bobo» que provocó el escándalo de periodistas moralistas que nunca jugaron un picado un domingo en la ciudad universitaria. Que ignoraban que la frase está inmortalizada desde hace casi medio milenio en un monasterio gallego (https://viajes.nationalgeographic.com.es/ubicacion-exacta/monasterio-que-miras-bobo-tallado_18889).

«Hoy su cara está en todas las remeras / Es un muerto que no parra de nacer»

Así llegamos a la final más épica de la historia de los mundiales. Todavía nos golpean en las sienes las imágenes del  mejor partido de Messi en su larga historia en los mundiales. Que le dio su merecido premio y descanso a los convencidos de siempre y les tapo la boca por toda la eternidad a los Pollos Vignolos, Colorados Libermans, Azzaros y Chavos Fucks de la vida. Que lo dieron por muerto porque un denario entregan a Jesús y a su mismísima madre. También al presuntuoso intelectual Martín Caparrós, que definió a los jugadores de la Selección como «mercenarios millonarios». Y a un pelado alimentado a déficit fiscal de la TV Pública que los definió como «des-cla-sa-dos». Para ellos es eso de «no me importa lo que digan esos putos periodistas , la puta que lo parió… hay que alentar a la selección» que todos los jugadores cantaron en la zona mixta después de la final.

Porque, como dice la canción de Amores tangos (https://www.youtube.com/watch?v=4vKZQqlfspg) «otra vez este motor / se calienta despacito / esta canción es un grito / de locura y emoción / habla de lo que soy / un cometa que se va / brilla un poco, nada más / ese rato de ilusión / solo para darte a vos / un trozo de eternidad».Gracias Lio por la magia de siempre. Y no te olvides que en poco empiezan las eliminatorias para el ’26. Te queremos ver con el parche de Campeón del Mundo. Porque esta maravillosa y dulce resaca que nos dejó la epopeya qatarí me hace cantar: «Muchachos / Ahora nos volvimos a ilusionar / Queremos ganar la cuarta / Otra vez campeón mundial».

nakasone