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Crónicas al Voleo

La plantación embrujada

Tribulaciones, lamentos y ocaso de un tonto juez, imaginario o no, en una plantación con fantasmas
Por Germán Tinti (para Crónicas al Voleo)

La plantación embrujada. En 1796 David Bradford, también conocido como «Whiskey Dave», un abogado originario del condado de Washington, a pocos kilómetros de Pittsburgh, en el estado de Pensilvania, adquirió unas 300 hectáreas de terreno cerca de Baton Rouge para radicarse Louisiana. El detalle de que se trataba de un antiguo cementerio indio no le pareció relevante.

Bradford había participado como autodesignado general en la Rebelión del Whisky, un levantamiento que en 1794 encabezaron productores de whisky de Pensilvania en disconformidad con la imposición de un gravamen sobre el producto. La asonada fue rápidamente dominada por fuerzas federales y Brandford con los hombres a su mando debió cruzar el país de norte a sur para refugiarse en Louisiana, que por entonces estaba bajo dominio español. Poco tiempo después todos los implicados fueron indultados por el Presidente John Adams.

En esas tierras, el ex rebelde levantó The Laurel Grove, la mansión en la que instaló a su esposa Elizabeth y sus cinco hijos. Bradford tuvo una exitosa carrera profesional y política, desempeñándose por varios años como Fiscal de Distrito. Cuando murió, en 1808, la propiedad pasó a ser administrada por su viuda, su hija mayor Sara Mathilda y el esposo de esta, Clark Woodruff, un prominente abogado que pronto llegaría a Juez. Tuvieron tres hijos: Cornelia Gale, James y Mary Octavia.

El juez promiscuo

«El juez y su esposa tenían dos niñas pequeñas y otro bebé en camino cuando el juez convirtió a Chloe, una de las esclavas de la casa, en su amante, pese a que ella era la niñera de sus hijos –explica Hester Eby, quien hace 40 años llegó a la casa para trabajar como empleada doméstica y actualmente es guía en el museo que funciona en la propiedad–. Aunque el juez Woodruff tenía una reputación de integridad con la ley, también era conocido como un hombre promiscuo. Eventualmente, el juez se cansó de Chloe y eligió a otra esclava de la casa como su nueva amante”.

Woodruff, el juez libidinoso

Las cosas se complicaron para Chloe cuando el matrimonio la descubrió intentando escuchar una conversación. El magistrado, haciendo gala de una encomiable equidad y comprensión, procedió a hacerle cortar una oreja. Desde entonces Chloe debió utilizar un turbante para ocultar la cicatriz. Además, fue siendo relegada de sus tareas habituales y su futuro sería, probablemente, rompiendo su espalda en los campos de algodón.

Tal vez por despecho, quizás para darle un susto a su empleador, Chloe decidió poner un poco de veneno en una torta de cumpleaños para Cornelia. La jodita no salió bien y la dosis fue letal para la homenajeada y para James, los únicos que probaron el pastel. Hester Eby relata que «la esclava fue capturada y ahorcada en una de las dependencias de la casa. Desde entonces, su fantasma ha sido visto a menudo tanto dentro como fuera de la casa. E incluso ha sido fotografiado. A menudo se le ve con un pañuelo verde envuelto en un turbante de estilo alrededor de su cabeza con un pendiente cubierto sobre su oído perdido».

Nuevos dueños

Cuando Elizabeth Bradfor murió, en 1831, los Woodfruff se mudaron a Covington y poco tiempo después vendieron la propiedad. Los nuevos propietarios, Ruffin Stirling y su esposa Mary Catherine Cobb, agrandaron la casona, duplicando su superficie agregando lujosos detalles en mármol de Carrara, importaron muebles europeos, y se instalaron con sus hijos (tuvieron nueve pero solamente sobrevivieron cinco). En síntesis: una típica familia terrateniente de la pampa bonaerense.

Algunas tradiciones orales rurales suelen afirmar que es de mala suerte cambiarle el nombre a las estancias. Tal vez porque no eran supersticiosos, o quizás porque la tradición se limita a algunos sectores agropecuarios de Argentina, los Stirling quitaron el cartelito de «Laurel Grove» y bautizaron a la propiedad como «Myrtles Plantation».  Y las desgracias continuaron

Ruffin murió en 1865 y Mary Cobb Stirling contrató a William Winter, un abogado que cumpliría las funciones de administrador y asesor legal. Pero como una cosa lleva a la otra, William terminó casándose con Sarah, la mayor de las Stirling.

Una bala para Willy

En circunstancias que nunca fueron debidamente aclaradas, William Winter fue acribilliado en el porche de la casona y murió desangrado mientras subía las escaleras en busca de auxilio. Algunas versiones indican que el nombre del matador era E.S. Webber, aunque no existe ninguna confirmación al respecto. La leyenda afirma que la vida lo abandonó cuando pisaba el escalón 17 (¡la desgracia!). Esa leyenda nos dice que desde entonces no es raro escuchar los desesperados pasos de Winter trepar los peldaños hasta el décimo séptimo.

Después de estas desgraciadas circunstancias, la casa fue cambiando de dueño en reiteradas ocasiones. Pasó por etapas económicamente críticas y en las últimas décadas ha alcanzado cierto renombre. Ello, cimentado en la leyenda de los fantasmas que recorren sus pasillos, escaleras y habitaciones. «Los niños Woodfruff a menudo son escuchados jugando y corriendo en los pasillos. Y muchos invitados han oído a bebés llorar o reír cuando no hay niños presentes en la mansión» afirma nuestra amiga Hester; «otros testigos también aseguran haber visto a veces una vela flotante que se mueve lentamente por las escaleras».

Otros fantasmas de la mansión Myrtles que se han avistado incluyen a una mujer con una falda negra que flota a pocos centímetros del suelo y que se ve bailando con música que no puede ser oída por los vivos, así como el espectro de un capataz que habría sido asesinado en 1927 y el fantasma de una muchacha joven que suele merodear por la casa cuando una tormenta se acerca a la plantación.

Cama y desayuno

El relato que brindan los anfitriones indica que al menos diez crímenes se cometieron en la propiedad, pero lo cierto es que la única muerte violenta que se registró oficialmente fue la de William Winter. Pero las leyendas suelen ser mucho más interesantes que los archivos judiciales.

En la actualidad la Plantación Myrtles es un refinado bed & breakfast hotel en el que a cambio de 250 dólares por noche se puede acceder a cómodos cuartos ambientados en un estilo antebellum. También se puede disfrutar del elegante Restaurante 1776 y degustar versiones gourmet de la típica cocina sureña.

Los fantasmas no existen pero atraen turistas.

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