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Altagracienses por el Mundo

La historia de Cristian: partió hacia Porto y dio un salto al mundo con la mochila llena de sueños

La historia de Cristian: partió hacia Porto y dio un salto al mundo con la mochila llena de sueños

En esta sección te invitamos a conocer las historias de altagracienses que viven en diferentes partes del mundo. AGNoticias dialogó con Cristian quien con 28 años, eligió dar un giro a su historia: viajó a Portugal, donde descubrió una vida tranquila frente al mar, pero también los obstáculos de emigrar. Su experiencia es un retrato de lo que implica dejar todo para comenzar otra vez.

En AGNoticias la sección «Altagracienses por el Mundo» ya es un clásico de nuestro portal informativo. Un espacio dónde les acercamos los lectores historias de vecinos, amigos o familiares que dejaron su ciudad natal y que ahora están viviendo diferentes experiencias alrededor del mundo. En esta oportunidad, conocemos más al altagraciense Cristian Leyria.

Hay decisiones que parecen pequeñas hasta que cambian toda la vida. Para este joven altagraciense de 28 años, el deseo de salir de su ciudad natal fue tomando forma poco a poco, hasta convertirse en un salto al vacío lleno de expectativas, sueños y miedos.

“Siempre tuve ganas de conocer el mundo y abrir nuevas oportunidades. Sentía que necesitaba un cambio de aire y explorar cómo sería vivir en otro lugar con una cultura diferente”, relató desde Porto, Portugal, donde hoy transita una etapa de aprendizajes intensos.

Lejos de improvisar, pasó meses investigando países, posibilidades laborales y calidad de vida. Entre todas las opciones, Porto se impuso casi naturalmente: una ciudad que combina tradición e innovación, con un ritmo tranquilo, el río Duero atravesándola como una postal viva y el océano Atlántico a unos pasos.

El desarraigo de salir de Alta Gracia

Hasta entonces, Cristian había vivido toda su vida en Alta Gracia. Desde la infancia hasta la adultez, su historia estaba atravesada por las sierras, la rutina de los gimnasios locales donde comenzó a trabajar como instructor de musculación, los domingos de asado con amigos y familia, y ese entramado de costumbres que parecen inamovibles.

“No me había establecido en otro lugar antes de mudarme a Porto. Fue mi primer gran salto, y sabía que ahí iba a empezar todo de verdad”, recordó.

El día que armó las valijas, los recuerdos se amontonaron: despedirse de los afectos más cercanos, abrazar fuerte a los amigos de toda la vida y sentir esa mezcla entre la adrenalina del nuevo comienzo y la nostalgia de lo que quedaba atrás.

Una profesión en la mochila y la apertura a todo trabajo

Cristian es personal trainer e instructor en musculación, una vocación que lo acompañó desde temprano y que le permitió crecer en Alta Gracia dentro de distintos gimnasios y proyectos propios. Sin embargo, sabía que al llegar a Portugal lo primero sería adaptarse, más allá de su área profesional.

Viajé con la idea de trabajar en cualquier rubro para tener nuevas experiencias. Y así fue: pasé por call centers, hotelería, telecomunicaciones, restaurantes… un poco de todo”, explicó.

Esa flexibilidad le permitió mantenerse y, al mismo tiempo, conocer la cultura laboral portuguesa. Aprendió que el turismo mueve buena parte de la economía:Conseguir empleo fuera de temporada puede ser difícil, pero en verano hay muchísima oferta. La ciudad cambia de ritmo y se nota en todos lados”.

La vivienda fue otro desafío. “Los precios suelen ser altos y los contratos no siempre son lo que uno espera. Hay que recorrer mucho, hablar con inmobiliarias, visitar lugares que a veces no coinciden con las fotos, y tener paciencia. Pero con perseverancia se logra encontrar algo que se sienta hogar”, precisó.

Porto: una ciudad que enamora

Con el tiempo, Porto dejó de ser un lugar ajeno y se convirtió en casa. El joven lo describe con entusiasmo: “Lo que más me gusta es la tranquilidad, la cercanía con la naturaleza, el río, el mar y la arquitectura.

Y agregó: Tiene un equilibrio entre lo urbano y lo natural que me hace sentir bien.

Los días se llenan de postales: los tranvías subiendo las calles empinadas, los turistas cruzando los puentes, el olor del café mezclado con pasteles de nata recién horneados, las playas a solo un viaje corto en metro.

“Es una ciudad vibrante, pero no caótica. Tiene movimiento sin perder la calma”, resumió.

Adaptación: idioma, comida y costumbres

El idioma fue uno de los primeros desafíos. Aunque similar al español, el portugués europeo tiene un ritmo acelerado, con expresiones y giros difíciles de entender. “Al principio me costaba mucho, sentía que me hablaban rapidísimo. Pero con el tiempo, trabajando y conviviendo, empecé a soltarme”, expresó.

La comida también fue un descubrimiento. Cristian se animó a probar especialidades locales como el bacalao en sus múltiples versiones y la francesinha, el contundente sándwich típico de Porto. Pero reconoce que nada reemplaza el ritual argentino: “Se extraña un buen asado con amigos, o unas empanadas como las de casa. Son sabores que no tienen sustituto”.

El clima, en general, le resulta agradable, aunque el invierno trae lluvias largas que exigen adaptarse a otra rutina. “Acá hay que aprender a convivir con la humedad y los días grises, pero después llega el verano y la ciudad explota de vida”.

Sobre los portugueses, destacó la cordialidad: “Son amables y respetuosos, aunque un poco más reservados que los argentinos. Les lleva un tiempo abrirse, pero una vez que lo hacen, son cálidos y sinceros”.

Consejos para quienes sueñan con dar el salto y aprendizajes personales

En cuanto a las experiencias y lecciones que le ha dejado el emigrar, Cristian compartió que cada día lejos de casa trae una enseñanza: “Aprendí a ser más independiente y a valorar lo que antes daba por sentado”.

A continuación añadió: “También entendí que la paciencia y la resiliencia son fundamentales para adaptarse a un lugar nuevo. Todo lo que te pasa afuera, incluso lo difícil, te hace crecer”.

Por otro lado, sabe que muchos argentinos sueñan con dar el salto, pero no se animan. Para ellos, tiene un mensaje claro: “Empiecen de a poco. Investigar sobre el país, conectarse con gente que ya esté allá, planificar lo básico y estar abiertos a adaptarse”.

“Lo más importante es animarse y no dejar que el miedo a lo desconocido paralice. No todo es fácil, pero cada experiencia suma y cambia la manera de ver la vida”.

¿Volver a Argentina?

Toda persona que emprende un viaje para irse a vivir a otro país lejano y ajeno, lleva consigo en su memoria los recuerdos de los seres queridos que dejó atrás. Cristian no duda al hablar de lo que más le pesa: la distancia con los suyos.

“Extraño a mi familia, los asados de los domingos y a mis amigos de toda la vida. Esas cosas cotidianas que parecen pequeñas hasta que no las tenés más.

No obstante, ante la pregunta si planea volver en algún momento, sostuvo que se imagina construyendo su vida en Porto, aunque Argentina siempre ocupa un lugar especial.

“Por ahora me veo más visitando que viviendo de nuevo. Pero mi país está en mi corazón, y me encantaría regresar cada tanto para compartir momentos con mi familia y amigos”.

Así, con la fuerza de sus raíces y la valentía de empezar de cero, Cristian escribe día a día una historia que habla de coraje, de búsqueda y de adaptación. Desde Porto, demuestra que los sueños no se cumplen esperando, sino animándose a dar el primer paso.

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