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Crónicas al Voleo

La heroína del samba

La heroína del samba
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

Hace un par de semanas nos enterábamos que en Río de Janeiro falleció Elza Soares, una de las máximas figuras del samba, bossa nova y música popular brasileña que hayamos podido conocer en la última centuria.

Nació en Vila Vintém, una zona pobre enclavada entre las barriadas pobres de Padre Miguel y Realengo, al este de la capital carioca, donde ya no es tan «cidade maravilhosa». Su padre, Alaúrdes Gomes, era obrero y guitarrista y fue su primer maestro de música. También fue Alaúrdes quien la obligó a casarse a los 12 años con Lourdes Antônio Soares.

Si bien la tradición oral sostiene que Lourdes la había violado, la versión de Elza es totalmente distinta: «Fue por una sospecha que tuvo mi padre. Yo era muy traviesa. Le voy a contar cómo fue la historia realmente. A mi me encantaba un bichito llamado louva-a-deus (mantis religiosa que conocemos en Argentina como Tata Dios). Me gustaba el zumbido que hacía, del mismo modo como a mí me gustaba cantar. Mi papá trabajaba en una cantera y yo le llevaba todos los días a las dos de la tarde un café y algo para comer. Un día mientras bajaba, escuche a un louva-a-deus. Dejé el café en el piso y entré en el pastizal para buscarlo. En ese momento venía un chico subiendo y espantó al bichito. Me enojé mucho con él. De toda esa situación, justo en ese lugar, mi padre sospechó que allí estaba pasando otra cosa con ese garoto. Por eso tuvimos que casarnos. Pero yo digo que no fue por mi padre sino por un louva-a-deus que me casé».

De la pesadilla al éxito

Pero más allá del casi romántico recuerdo, Lourdes era un tipo violento que la sometía a terribles malos tratos. Incluso llegó a dispararle en un brazo porque estaba convencido de que las cantantes eran todas putas. No obstante, Elza tuvo cinco hijos con Lourdes, dos de los cuales murieron de hambre, tal era la pobreza en que vivían. «Fue un momento difícil esa época. Yo dejaba a mis hijos en casa y me iba a trabajar a una fábrica de jabón –recordaría años después en una entrevista del diario La Nación–. Si hoy pudiese volver a empezar no tendría más de un hijo, bien criado. Tuve siete. Muchos». Cuando tenía 21 años Elza Soares enviudó. La tuberculosis la liberó del infierno violento que le había construido su primer marido.

En 1953 se presentó en un concurso de talentos que conducía el renombrado Ary Barroso, autor de «Acuarela do Brasil» y nominado al Oscar por mejor canción original por «Río de Janeiro». Elza concurrió con un vestido de su madre, dos talles más grande. Su aspecto provocó la sorna de los presentes y Barroso le preguntó de qué planeta había venido. «Yo le contesté: «Del mismo que usted. Del planeta del hambre». Desde ahí dejaron de verme como una extraña, como cosa rara. Tener un premio, la nota máxima, del programa de Ary Barroso era algo muy importante. Creo que no creía que era cantora». Luego de su participación Barroso debió reconocer: «Señores, ha nacido una estrella».

Su carrera profesional comenzó en Argentina, donde realizó una gira organizada por un empresario que finalmente la estafó. Volvió a Río tan pobre como salió, pero la gente comenzaba a saber quién era esa mujer de voz potente que se imponía en un ámbito tradicionalmente masculino.

La madrina enamorada

En 1962 fue designada madrina del seleccionado brasileño que participaría en el mundial de Chile. Realizó varias presentaciones y obtuvo un enorme éxito. También en esa ocasión conoció a Louis Armstrong –que había ejercido gran influencia en su estilo de cantar– quien la llamó «mi hija». Satchmo le dedicó algunas frases paternales (la llamó «mi hija») que ella, que no entendía inglés, entendió como groserías y le contestó de manera poco amable. Hasta sus últimos días sentía vergüenza al recordar esa anécdota.

Fue en Chile donde también conoció a Mané Garrincha, el genial puntero derecho estrella del Botafogo y de la «verdeamarelha» que se convirtió en el amor de su vida. Como el futbolista era casado y tenía siete hijos, todos los prejuicios morales y raciales cayeron sobre la artista, que fue acusada de «rompehogares» («Otra familia que te cargaste por zorra» le hubieran dicho en estos tiempos). Sin prestar mucha atención a esas repercusiones, Elza y Mané se casaron en la embajada de Bolivia (no existía el divorcio en Brasil).

Signada por la tristeza

Pero no habría paz para Elza. Si bien la responsabilizaban a ella por la decadencia del futbolista, lo cierto es que ella era víctima del alcoholismo y la violencia del wing derecho. Su madre murió en un accidente automovilístico en el que manejaba el futbolista.

Al mismo tiempo, la actitud contestataria de la cantante y la admiración que le dedicaban las clases más pobres del Brasil incomodaba a los milicos del gobierno de facto de la época, por eso casi nadie se sorprendió cuando una noche ametrallaron el frente de la casa del matrimonio. El exilio en Italia fue la solución que hallaron en ese momento. Volvieron en 1976 para separarse poco después. Garrincha ya era un exfutbolista que terminó falleciendo de cirrosis en 1983.

La muerte del único hijo que tuvo con Garrincha –Garrinchinha, de 9 años– en un accidente de tránsito la sumió en la depresión y se hundió en una marea de alcohol, drogas e impulsos suicidas. Abandonó su carrera y deambuló por Europa y Estados Unidos.

Un regreso dorado

Pero ese autoexilio, esa nueva etapa oscura de su vida, la hicieron volver a Brasil, y a la música. Y con el apoyo de las más importantes figuras de la música brasileña como Chico Buarque, Caetano Veloso, Gal Costa y Gilberto Gil entre otros, produjo su renacimiento artístico. Modernizó su estilo y su sonido, incorporó músicos electrónicos una generación menor y comenzó a seleccionar letras con fuerte contenido social, aunque para ella eso no era una actitud nueva. «Creo que la inquietud estaba desde joven –afirmó en una entrevista de 2018–. Claro que cuando uno canta temas como «A Carne», esto puede ser más fuerte. Para decir con tanta firmeza hay que sentir. Es la necesidad de gritar que «la carne más barata del mercado es la carne negra»».

Su muerte conmocionó al mundo artístico de Brasil y de buena parte del mundo. Músicos, políticos, actores y millones de anónimos admiradores la despidieron de las maneras más diversas. «Adiós dama con rostro de gato. Te fuiste como lo que sos: una guerrera del fin del mundo» le escribió en Twitter una pasista de la scola Mangueira.

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