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Crónicas al Voleo

La breve vida de la Virgen Roja

La breve vida de la Virgen Roja
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

Aurora Rodríguez Carballeira quería un hijo (o hija) perfecto. Nacida en 1879 en el seno de una familia adinerada de El Ferrol (Galicia), recibió una esmerada educación y formación intelectual. Algo bastante poco común para las mujeres de le época. Cuando rondaba los veinte años se ocupó del hijo bastardo de su hermana mayor, al que convirtió en un virtuoso pianista merced a una severa disciplina y constancia. El niño se convirtió en el reconocido pianista y compositor Pepito Arriola, a quien llegaron a llamar «el Mozart español». Cuando el niño alcanzó fama y fortuna, su madre volvió a vincularse con él y lo separó de Aurora.

La experiencia de aquella maternidad simulada y los progresos que había logrado con el niño plantaron una idea en la mente de Aurora. Decidió que el gran proyecto personal de su vida sería la creación del ser humano perfecto. Una criatura a la que educaría y moldearía en todos los sentidos. Nadie podía saberlo entonces, pero por aquellos días Aurora Rodríguez Carballeira comenzaba a transitar el nada recomendable rumbo de los tomates.

La eugenesia, según nos instruye Wikipedia, es una filosofía social surgidas a fines del siglo XIX que defiende la mejora de los rasgos hereditarios humanos mediante diversas formas de intervención manipulada y métodos selectivos de humanos. Los métodos del eugenismo del siglo XIX y XX incluyen desde la esterilización forzada hasta el genocidio. En el pasado centenio uno de sus máximos admiradores e impulsores fue un muchacho nacido en Braunau am Inn, una pequeña ciudad de Austria limítrofe con Alemania. Este muchacho fue un pintor frustrado y cuando tuvo al mundo en un puño dio vía libre a su delirio de la búsqueda de la raza perfecta. No hace falta recordar su nombre, sólo maldecirlo eternamente.

Bueno, la idea de Aurora no era muy diferente, aunque claramente anterior y a escala individual. Comenzó con la elección del padre. Tras una larga búsqueda decidió que el sacerdote castrense Alberto Pallás Montseny era el candidato perfecto. No hubo una relación sentimental sino más bien una extracción de fluidos. Cuando estuvo segura de estar embarazada se trasladó a Madrid, donde el 9 de diciembre de 1914 nació su experimen… perdón, su hija.

Llegó la niña

Hildegart Leocadia Georgina Hermenegilda María del Pilar Rodríguez Carballeira no fue inscripta en el registro civil sino hasta cuatro meses después de nacida; luego de haber sido bautizada (detalle extraño toda vez que su madre era atea militante). Para abreviar siempre fue llamada Hildegart, que para algunos estudiosos de la antroponimia significa «Jardín de Sabiduría» en alemán. Aunque para otros quiere decir «virgen heroica que ayuda en la batalla» (es cierto, parece el título de los rocks que Federico Peralta Ramos le recitaba a Tato Bores).

El currículum de Hildegart es abrumador: a los dos años sabía leer y a los tres escribía. Con siete años hablaba con fluidez inglés, francés, italiano y alemán. Se inscribió en la facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid a los 13 y a los 17 recibió su diploma. Una vez graduada en leyes comenzó a estudiar medicina y filosofía. La instrucción académica era complementada con estudios hogareños de filosofía, sexología, ética y ciencias políticas impulsados por su madre. A los once años era una de las columnistas más respetadas de Madrid y a los 14 ya había publicado varios libros abordando temáticas relacionadas con el feminismo y la liberación sexual.

Años calientes

Por aquellos años el régimen monárquico flaqueaba y se vislumbraba el advenimiento de la Segunda República Española. Hildegart, que ya comenzaba a ser conocida como la «Virgen Roja»,  comenzó militando en el Partido Socialista y en la Unión General de Trabajadores, recibiendo gran aceptación por parte de las bases (llegó a ser vicepresidenta de las juventudes del PSOE), pero recelo y desconfianza de la cúpula, que finalmente la expulsó del partido en 1932 cuando publicó una dura crítica al partido por una posible alianza con un candidato reaccionario. Entonces se enroló en el Partido Federal y se dedicó a hostigar lo que ella llamaba el “socialenchufismo”.

El «experimento» se le comenzó a escapar de las manos a Aurora. Aunque brillante, genial, respetada y admirada en España y en toda Europa, corresponsal de figuras literarias y científicas de la talla de H.G. Wells o los sexólogos Havelock Ellis y Magnus Hirschfeld, Hildegart era una adolescente que comenzó a intentar ejercer una independencia para la que tenazmente había sido educada. Aparentemente por esos años iniciales de la década de 1930 también apareció un muchacho, un joven escritor socialista llamado Abel Vilella, que le hizo temblar la estantería, aunque no hay ninguna confirmación.

Cuatro disparos en la noche

Lo cierto es que la relación entre madre e hija comenzó a deteriorarse rápidamente. Paranoica y despechada, Aurora le enrostró que la había traído al mundo para ocuparse de la condición de la mujer «y no de asuntos de socialeros y comuneros». Hildegart intentó varias veces separarse de ella, a lo que su madre respondía con amenazas de suicidio. Finalmente, la noche del 9 de junio de 1933, mientras Hidegart dormía, Aurora la asesinó de tres balazos en la cabeza y uno en el corazón.

El entierro de Hildegart en Madrid fue multitudinario. El cortejo fúnebre partió de la sede del Círculo Federal, a pocas calles de la Puerta del Sol, y se dirigió hasta el Cementerio Civil. Cientos de miles de personas acompañaron a la “Virgen Roja” a lo largo de los casi 10 kilómetros. Uno de los obituarios más sentidos que se pudieron leer en los periódicos fue el de la escritora y militante anarquista Federica Montseny, a quien Hildegart admiraba.

Fue publicado en la Revista Blanca: «Hay demasiada emoción en mí. Demasiada tristeza para que estas líneas no sean un grito de protesta rabiosa contra el destino, si el destino de esta niña desgraciada, genial y buena había de ser tan horrenda muerte; muerte infligida por el mismo ser que le dio la vida. Contemplo este rostro de rasgos regulares, de belleza personal, equilibrada, sana y tranquila. Junto a este rostro captado por la máquina (fotográfica) en plena salud del cuerpo y del alma, juvenil y risueño, veo el semblante de Hildegart, muerta, agujereado por los tres orificios redondos de las balas, inmóvil, con la boca entreabierta, y también sereno, pues pasó de la vida a la muerte sin despertar de un sueño».

Aurora Rodríguez durante el juicio, en el que fue condenada a 26 años de prisión
Cartas a Franco

A Aurora se la condenó a 26 años de prisión; aunque terminó sus días en el centro siquiátrico de Ciempozuelos, desde donde enviaba diariamente cartas a su coterráneo, Francisco Franco, solicitando su liberación. De su hija solía decir que había nacido como fruto de «un plan perfectamente preparado, ejecutado con precisión matemática y con una finalidad concreta. Nació con un objetivo determinado, con una misión ideal de la que no podía desviarse por ninguna debilidad humana. Yo que la creé, que la hice, que la formé a lo largo de los años, sé perfectamente dónde debía llegar».

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