AG Noticias
Crónicas al Voleo

El hombre araña galo

El hombre araña galo
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

Podría decirse que el robo de obras de arte es una verdadera industria. Son varios los factores que llevan a cometer estos golpes que en muchos casos adquieren difusión mundial y en algunos casos quedan en la historia. Como cuando un argentino se afanó la Gioconda junto a otros compinches (https://www.altagracianoticias.com/el-carpintero-el-falso-marques-y-el-falsificador-y-la-famosa-mona-lisa/).

El valor económico de las obras es uno de los principales motivos, pero también podemos citar el prestigio que otorga poseer una obra de arte famosa aun cuando no se la pueda exhibir. O la posibilidad de cobrar un jugoso rescate, el coleccionismo personal de quien se convierte en ladrón e inclusive el sentido de la oportunidad.

Y es que se ha comprobado que la seguridad en la mayoría de los museos suele ser deficiente y, como dice el conocido proverbio, la oportunidad hace al ladrón. No obstante, en muchas ocasiones involucra redes internacionales de delincuentes y requieren sofisticados planes de ejecución.

Robos millonarios

El listado de robos a museos más impactantes de la historia  incluye, además del ya citado de la Gioconda, el ocurrido en Museo de Arte de Montreal de 1972, cuando se robaron 18 pinturas, incluyendo obras de Delacroix, Gainsborough y Rubens, o el del Museo de San Pablo de 2008, en el que se afanaron obras de Pablo Picasso y Cándido Portinari, entre otras.

Pero probablemente el más resonante, al menos en este siglo, es el que se registró en el Museo de Arte Moderno de París de 2010, cuando un solo ladrón robó cinco pinturas de Picasso, Matisse, Braque, Modigliani y Léger, valoradas en más de 100 millones de Euros.

El autor de tan resonante golpe fue un ladrón solitario llamado Vjeran Tomic, que para realizar la tarea no necesitó ningún despliegue de tecnología que nos hicieran pensar en la películas como «Misión Imposible» o «La gran estafa». El hombre se valió de su capacidad de observación y una serie de elementos que consiguió en buenas ferreterías.

Los puentes de Mostar

Hijo de inmigrantes bosnios, Vjeran Tomic nació en París en 1968, pero un año después fue enviado a vivir con su abuela en Mostar, una pequeña ciudad al sudeste del país natal de sus padres, debido a una enfermedad de su madre.

Fue allí donde comenzó a escalar los viejos puentes de piedra que atraviesan el río Neretva. También empezó a demostrar una gran inteligencia y una inclinación por apropiarse de lo ajeno. Su primer «golpe» lo dio cuando forzó una ventana de una biblioteca y se robó dos libros antiguos que más tarde fueron devueltos por su hermano mayor.

Vocación artística

Cuando tenía once años regresó a vivir con sus padres en París, pero la relación entre ellos no era buena. Vjeran estaba resentido porque lo habían mandado a vivir a Bosnia y Herzegovina. No obstante ello fue un buen estudiante y se destacó en el atletismo escolar.

También demostró gran interés por el dibujo y cuando visitó el museo de la Orangerie quedó impactado por las obras de Pierre-Auguste Renoir, a punto tal que cuando regresó a su casa le comunicó a sus padres su intención de ser pintor. Como en muchos casos, le padre le dijo que la pintura era un pasatiempo y no un trabajo real.

Los muros del cementerio

En aquel tiempo, Vjeran y sus amigos pasaban mucho tiempo en el cementerio de Père-Lachaise, donde se entretenían saltando de un mausoleo a otro, en una especie de parkour macabro. Más tarde la pandilla probó suerte en los muros de los edificios cercanos al camposanto, aprovechando para cometer robos en los departamentos que encontraban sin ocupantes.

Vjeran, con 16 años, notó que se le daba bien eso de trepar por muros de edificios de varios pisos y meterse en departamentos ajenos, así que empezó a hacerlo en solitario en barrios más ricos. Escalaba paredes, saltaba entre techos y forzaba cerraduras. Una vez dentro de un apartamento, buscaba primero joyas, porque era lo más valioso y fácil de vender.

Bruto, salvaje y refinado

En una entrevista para Rusia Today, un amigo lo describió como «brutal y un poco salvaje, pero con gustos refinados. Le gusta la estética, la música clásica, la naturaleza, los animales, los placeres epicúreos: el vino, el queso, pero, por encima de todo, le encantan las bellas artes».

En mayo de 2010 notó que las ventanas del Museo de Arte Moderno de París eran fácil de desmontar simplemente con un destornillador. También vio que el sistema de alarma no era del todo eficiente, ya que varios detectores parecían no funcionar.

Antes de encarar el robo habló con Jean Michel Corvez, un galerista que solía comprarle lo que robaba y lo blanqueaba a través de su galería de arte. Corvez, quien fue el  primero en llamarlo l’Araignée (la araña), le ofreció 40.000 Euros por «Naturaleza muerta con candelabros» de Fernand Léger. Luego de dudarlo un tiempo, Vjeran decidió aceptar el trabajo y se puso planear el golpe.

Cuadros que desaparecen

Luego de estudiar la rutina de los guardias, tanto externos como internos, se dedicó a desmontar una de las ventanas. Ello le insumió seis días en los que fue retirando los tornillos y rellenando los agujeros con arcilla del mismo color del marco.

En la madrugada del 20 de mayo, finalmente, ingresó al museo y tomó la obra que le habían encomendado. Pero también se llevó «La Pastoral» de Matisse, «La mujer del abanico» de Modigliani, «La paloma con guisantes» de Picasso y «El olivo cerca del estanque» de Braque. Un mal presentimiento impidió que se robara también «Mujer con ojos azules» de Modigliani.

Tomic le entregó todos los cuadros a Corvez, que solamente le pagó una parte del monto acordado. La policía demoró seis meses en vincular a «la araña» con el robo del museo y comenzó a seguirlo. En diciembre llamaron por teléfono a su domicilio y escucharon el siguiente mensaje en el contestador: «Si desea comprar pinturas u obras de arte, o joyas excepcionales, no dude en ponerse en contacto conmigo. Entre las muchas pinturas, hay cinco que son extremadamente caras».

Robo por necesidad

Pero, como ya dijimos, el ladrón ya no tenía los cuadros. Se los había entregado a Corvez y éste al relojero Yonathan Birn quien en un principio intentó venderlas, pero luego afirmó haber destruido las pinturas por temor ante la difusión que tenía el caso.

Ante el incumplimiento de Corvez, Vjeran debió volver a robar y eligió el departamento del acaudalado coleccionista Jean Pierre Fargeon. Se llevó joyas y una pintura. Este golpe sería el final de sus andanzas. Pocos minutos después de abandonar el departamento, la policía lo detuvo con todo el botín en el baúl de su coche.

Fargeon expresa una mal disimulada admiración por Tomic: «Creo que por el trabajo que hace tiene un perfil de artista, es talentoso. Escaló en la avenida Montaigne por la fachada. ¡Es inimaginable, pero lo hizo!. Es ladrón, él no mata, no lastima, la policía lo trata con respeto».

Vjeran Tomic fue condenado a 8 años de prisión en 2017, de los cuales cumplió 5 y fue liberado en 2022. De las obras robadas nunca más se supo, aunque el ladrón no cree que las hayan destruido: «Birn ama las pinturas más que nada y las habría protegido en alguna parte. Tarde o temprano se verá obligado a entregarlas a la persona a la que pertenecen, es decir, a mí».

nakasone