AG Noticias
Crónicas al Voleo

El anillo del Capitán Shepherd

El anillo del Capitán Shepherd
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

La historia de la fuerza naval americana se construyó, en buena proporción, a partir de marinos europeos (fundamentalmente británicos y franceses, pero también italianos y españoles). Ellos ponían su conocimiento, su valor, su tropa y muchas veces sus naves, al servicio de los movimientos independentistas de Sud América.

Guillermo Brown

En el caso de Argentina, Guillermo Brown, padre fundador de nuestra Armada, era irlandés como su hermano Miguel, Tomás Craig y Malcom Shannon. Lord Thomas Cochrane, inglés al servicio de Chile primero y del Imperio del Brasil después, participó en la campaña libertadora del Perú y transportó buena parte de las tropas del General San Martín. Desde Francia llegaron Hipólito Bouchard, que batalló junto a nuestro libertador. Que según algunos historiadores obtuvo el primer reconocimiento extranjero de la independencia del Río de la Plata por parte de Kamehameha I, rey de la isla de Kauai. (Aunque aparentemente se trata de una tradición oral, toda vez que no existiría registro documental de tal cosa).

Bouchard (o Buchardo, como quedó su apellido castellanizado) hizo flamear la bandera argentina por algunas horas en Los Ángeles; y le hizo la vida imposible a los corsarios realistas en Centroamérica, facilitando las luchas independentistas en la región (por eso las banderas de varios países de la zona llevan los colores celeste y blanco).

Aventureros idealistas

La lista de marinos extranjeros que sirvieron a las luchas de nuestra independencia es bastante larga e incluye, entre otros, a los franceses Estanislao Courrande (el apellido de castellanizó a Corro), Pedro Dautant; los españoles Benito Aispurúa, Antonio Lamarca y el comodoro Luis Py. También hubo norteamericanos como John H. Coe o Benjamín Franklin Seaver; italianos como Cesare Faurnier o Bartolomé Cretti, e incluso escoceses como Hugh Campbell y Francis Drummond.

Los guiaba el ansia de aventura, la defensa de ideales libertarios y un no menos importante afán de lucro. Por eso, cuando las batallas cesaban en un país, muchos izaban sus velas y zarpaban en busca de nuevas luchas al servicio de otra bandera.

Lord Cochrane

Así fue como el escocés James Shepherd llegó a los mares del sur bajo el mando de Lord Cochrane para colaborar con la expedición del General San Martín al Perú. Una vez que el hermano país obtuvo su independencia (cuyo bicentenario se celebró hace poco más de una semana), Shepherd se estableció en las inmediaciones del puerto de El Callao. Cuenta la historia, más oral que escrita, que el escocés entabló relación con la esposa de un importante y poderoso comerciante limeño cuyo nombre el paso del tiempo se empeñó en ocultar en el olvido. No pasó mucho tiempo antes de que James y la dama se entrelazaran en un apasionado romance, refocilándose cada vez que el comerciante miraba a otro lado.

Fuego y pasión en Lima

La relación fue una llamarada intensa y breve. Al poco tiempo Lord Cochrane decidió poner proa rumbo a otros mares y allá fue el leal Shepherd. Antes de partir, en el último encuentro con su amada amante, la dama le regaló un anillo. Este, en su parte interna tenía el siguiente grabado: «Cuando seamos definitivamente libres, por este anillo mi alma reconocerá la tuya». Nunca más volverían a verse los amantes furtivos… al menos en este mundo.

El corsario inglés navegó hacia el Pacífico norte ondeando la bandera chilena, persiguiendo implacablemente naves españolas. De regreso a Chile, luego de más de dos años, Cochrane fue recibido con honores de héroe y condecorado hasta el sobaco. Pero no le pagaron ni una moneda de lo que le habían prometido. En este punto vale la pena mencionar que San Martín le había puesto el apodo de «el metálico Lord» por su obsesión por el dinero contante y sonante. Entonces Cochrane enfiló hacia Río de Janeiro; para ponerse a las órdenes de Pedro de Alcântara Francisco António João Carlos Xavier de Paula Miguel Rafael Joaquim José Gonzaga Pascoal Cipriano Serafim de Bourbon e Bragança (Pedro I para los amigos y los brasileños en general) que había roto relaciones con Portugal y había entablado una guerra por la independencia.

Defendiendo la verdeamarela

Establecidos en Brasil, Cochrane, Shepherd y la alegre muchachada de la Armada (anglo-brasuca), continuaron navegando con la bandera del Imperio de Brasil hasta que en 1925 Cochrane se retiró y regresó a la vieja Londres. Entonces el escocés fue nombrado capitán y con ese grado participó en la guerra con Argentina por el dominio de Uruguay.

Pedro I

Las circunstancias del combate llevaron a la nave comandada por Shepherd a Carmen de Patagones, donde perdió la batalla, su nave, la vida, un dedo y el anillo que le había dado su amada para poder encontrarlo en la eternidad.

El 7 de marzo de 1827 James Shepherd, al mando de una flota que transportaba unos 700 marinos, intentó tomar el puerto patagónico pero sus intentos fueron repelidos por las milicias argentinas, derrotando totalmente a las fuerzas invasoras cuando estas desembarcaron. El jefe de la expedición recibió un balazo en el cuello y falleció en el Cerro de la Caballada tras una breve agonía. Algún gaucho habrá observado el anillo que portaba el escocés y se lo sacó, llevándose de paso el dedo correspondiente.

Y es aquí donde nace la leyenda. Porque desde entonces no son pocas las personas que han visto (o creen haberlo hecho) el alma en pena del marino escocés, buscando por los andurriales de Carmen de Patagones el anillo que le legara la misteriosa dama de Lima.

Cada pueblo tiene sus fantasmas

De acuerdo con un texto publicado en 1994 titulado «Capitán James Shepherd: el fantasma de Carmen de Patagones», firmado por un tal Merlín del Carmen (que no estaría siendo el hijo de Naty Oreiro y Ricky Mollo); y cuya seriedad puede ser fácilmente cuestionada, el ánima del escocés se habría dejado ver en 1876, 1891, 1923 y 1993. De la última existen, según el amigo Merlín, algunos testimonios (andá a saber la veracidad): dos muchachos del joven barrio Bicentenario; algunos periodistas locales y hasta un cabo de la bonaerense que –incluso– le disparó al fantasma, sin ocasionarle heridas, afortunadamente. (Sería interesante ver el informe del policía, ¿le habrá dado la voz de alto o estamos ante otro caso de gatillo fácil?).

Los fantasmas, dicen quienes creen en ellos, suelen dejar rastros muy sutiles, cambiar las cosas de lugar (como el alzheimer) y aparecerse en fotografías antiguas. Tal vez el de James Shepherd se interese más por penar en joyerías, casas de anticuarios y montepíos; siempre con la inmortal esperanza de recuperar el anillo que permita a su limeña amada encontrarlo en el más allá.

nakasone