AG Noticias
Cultura

Colectividades, aquellos románticos inicios

El Encuentro Anual de Colectividades en sus inicios, cuando era todo a pulmón y la fiesta comenzó a ganarse el corazón de la gente.

Por la cabeza de varios andaba circulando la idea de hacer una fiesta que reuniera a las distintas colectividades que habían ayudado a construir la ciudad.

El embrión de Colectividades estaba latente. Es que corría el año 1987, y Alta Gracia se preparaba para festejar los 400 años de su existencia. Así, la maquinaria mediática de aquellos tiempos comenzó a funcionar para poner a la ciudad, y al acontecimiento, en boca de todos.    

Comenzaron a organizarse una serie de eventos de todo tipo que iban desde lo cultural y artístico hasta lo deportivo, pasando por lo turístico. Se conformó una Comisión Organizadora de los festejos del Cuarto Centenario abocada a no dejar pasar detalles. Se programaron actos y hasta la visita del Presidente Raúl Alfonsín para el día del cumpleaños propiamente dicho.

Alta Gracia apareció hasta en los horarios centrales de la pantalla chica, cuando el intendente Audino Vagni estuvo en la mesa con Mirtha Legrand en uno de sus clásicos almuerzos televisivos.

Y entre los eventos programados, a alguien se le ocurrió rendir homenaje a todos aquellos inmigrantes que llegaron para colaborar en el crecimiento de Alta Gracia como ciudad. Así nació el Encuentro Anual de Colectividades, cuando 1988 estaba naciendo…

Comisión de los 400 Años

Los festejos por el Cuarto Centenario de la Estancia de Alta Gracia ameritaban conformar una comisión que se ocupara de los distintos aspectos y los diferentes festejos que estaban previstos para los siguientes meses.

Allí es cuando aparecen nombres íntimamente ligados a la vida social y política de la ciudad. Gente que no sólo en estos festejos dio muestras de su amor por Alta Gracia, sino que durante mucho tiempo estuvieron ocupando sitios de privilegio a la hora de trabajar la patria chica.

Como no podía ser de otra manera, quedaron grabados a fue en este naciente Encuentro de Colectividades. A la hora de repasar  nombres, aparece gente ineludible como Oscar Rodríguez Ares, Américo Moreschi, Pepe Valdez, Ana K de Taubas, Milo Morcillo, Tino Nava, Salvador Adam, Michalópulos, Ana Angleis, Roberto Pássera, Carlos Schuster, Victoria Berberiá, Perazzo, o Fernando Güereschi, nombrando a varios aún a riesgo de olvidarnos de otros tantos que mucho hicieron por la fiesta en aquellos primeros y románticos tiempos cuando “Colectividades” comenzaba a nacer y escribía los primeros palotes de una historia que estaba destinada a ser verdaderamente grande.

“Se formó una Comisión Municipal que tenía subcomisiones, entre ellas, la de Fiestas. De ésta surgió la idea de hacer algo con la participación de los inmigrantes. Sabíamos que debía ser algo nuevo, distinto”, cuenta hoy Yolanda Guardabassi, una de las mentoras de aquellos primeros años.

Nace la fiesta

 Y así se fue armando la fiesta. Desde la idea primigenia fue creciendo un festival que hoy, más de tres décadas después, nos identifica en el país y en el mundo. Yoli Guardabassi, sigue regalándonos retazos de memoria de aquel primer Encuentro de Colectividades: “el primero se hizo en el Tajamar, cerca del Reloj Público. Los stands fueron improvisados con kioscos cedidos por la Coca Cola; todo era precario, todo simple, pero fue el lugar donde cada colectividad ofreció para degustar todos su platos típicos, lo que era en aquellos tiempos, algo distinto a todo lo demás que se podía ver en otros festivales, y lo que nos dio identidad propia”.

En aquella primera edición, en 1988, el Encuentro Anual de Colectividades tuvo su palco, precario, sin siquiera un fondo de escenario, a orillas del Tajamar. “La idea original era armarlo dentro del espejo de agua, pero nos dijeron que era muy complicado, que podía ceder, y optamos por levantarlo justo a la orilla”, recuerdan los memoriosos que estuvieron en las conversaciones por aquel tiempo.

Allí, en el escenario, las distintas colectividades mostraron sus danzas, cantaron sus canciones y lucieron sus mejores galas las noches que duró el festival. 

Sobre la vereda del Tajamar, en la hoy calle Padre Viera, hombres y mujeres inmigrantes o descendientes de aquellos que alguna vez llegaron desde tierras lejanas, cocinaban, ofrecían y vendían sus recetas milenarias. El público, agradecido, asombrado, y fundamentalmente gratamente sorprendido al recibir esta novedosa propuesta festivalera.

Disfrutando entre todos

Fue una fiesta que nació con un sabor “casero” que el tiempo y la mal llamada modernidad hizo que fuera perdiendo.

“Los arreglos florales que lucía el palco y los stands (en realidad eran kioscos) de cada colectividad los hicieron artesanalmente las señoras que estaban en el Club de Jardinería Alta Gracia. Ellas se brindaron por completo para que la fiesta luciera colorida”, cuenta Inés Brunengo, otra de las mentoras principales de aquellos primeros tiempos.

“Todo era camaradería. Los domingos al mediodía habíamos adoptado la modalidad de realizar un almuerzo a la canasta, en forma conjunta con todas las colectividades, que llevaban a la mesa lo que no habían vendido la noche anterior, y lo compartíamos”, sigue recordando Inés.

 Aquellos días iniciales tuvieron un sinfín de anécdotas, de historias ligadas al esfuerzo, al corazón que se le ponía a la naciente celebración.

Colectividades y algo más

La celebración del cuarto centenario de Alta Gracia incluían muchos aspectos que rodeaban al Encuentro de Colectividades, y que durante varios años le imprimieron un sello particular.

Cada año, en esos primeros tiempos, eran reconocidos viejos vecinos de la ciudad, inmigrantes ellos. Recibían su diploma en el palco de la fiesta ante el aplauso de todos. Por otra parte, un concurso artístico permitía elegir entre cientos de trabajos, el afiche que presentaría el festival cada edición. Los comerciantes “se peleaban” para lucir vidrieras alusivas a tal o cual colectividad durante los días previos, y competían a hacer la mejor de todas.

Como si ello fuera poco, hubo hasta eventos deportivos que adornaron la fiesta. Ello, sin contar que Alta Gracia recibía agregados culturales, cónsules y representantes de naciones extranjeras en el living grande de su festival. 

En el corazón de la gente

Colectividades tuvo la virtud de meterse en el difícil corazón de los altagracienses. Su propuesta novedosa, distinta a cualquier otra, hizo que el vecino de la ciudad tomara muy pronto como propio el festival.

La segunda edición dio muestras claras de ello: se mudó de la vereda al predio del Tajamar, su palco adquirió otras dimensiones y con la misma receta (comidas típicas y ballets) vio cómo la ciudad se volcó noche a noche.

El diario Síntesis tituló: “50 mil personas asistieron en las cuatro noches”. Exito total. La fiesta definitivamente había germinado.

“Recuerdo que esa segunda edición, en el palco, se sumó el ballet de Ucrania, que fue todo un suceso entre la gente, por sus bailes tan particulares. ¿Quién no recuerda las botas rojas de sus bailarines?, rememora Inés Brunengo.

En el escenario abría la noche el histórico Balet Champaquí, con cuadros fantásticos que engalanaban la fiesta. 

“El secreto de aquellos años es que la ciudad se sentía involucrada, sentía la fiesta como propia y participaba. En el escenario no había grandes espectáculos, solo danzas tradicionales de cada país, y sin embargo, la gente se agolpaba para disfrutar del espectáculo. Además, la frutilla de la fiesta fue desde siempre lo gastronómico. Venía gente de todos lados a degustar sabores que no conseguía en otros sitios”, cuenta Audino Vagni, por entonces intendente de Alta Gracia.

Ya está instalada la fiesta. Lo que nació como un festival a realizarse como parte de los festejos por el cuarto centenario, pasó a convertirse en una tradición que perdura hasta hoy, con las variantes conocidas y que no es objetivo de esta nota analizar ni juzgar.

Aquellos primeros años, por el escenario desfilaron bailarines anónimos, inmigrantes ilustres, personalidades de la ciudad y mucho color. Más tarde irían llegando los artistas de renombre, los homenajes irían perdiéndose junto con los concursos afiches y otras manifestaciones culturales que rodeaban a la fiesta.

No es ánimo comparar tiempos incomparables, simplemente la idea ha sido en esta nota recordar aquellos románticos primeros años de nuestra fiesta mayor.

nakasone