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Crónicas al Voleo

Altamont, el trágico banquete de pordioseros

Altamont, el trágico banquete de pordioseros

Por Germán Tinti

 

1969 fue un año extraño y agitado para los Rolling Stones. En diciembre del año anterior habían editado el icónico “Beggars Banquet” pero el éxito no logró mitigar los roces entre los integrantes de la banda. Cuestiones artísticas, egocéntricas y de alcoba fueron esmerilando las relaciones entre los músicos, especialmente entre Keith Richards y Brian Jones. La cosa fue tan insostenible que Jones abandonó los Stones (o los Stones lo expulsaron) el 10 de junio. Menos de un mes después lo encontrarían muerto en la pileta de su quinta en Sussex. Más allá de las versiones conspiranoicas, Brian Jones murió por un ataque de asma mientras nadaba.

Dos días después del fallecimiento de Jones, los Stones –con Mick Jones– realizaron un concierto gratuito en el londinense Hyde Park, ante una multitud calculada casi medio millón de personas.

Altamont, el trágico banquete de pordioseros
El recital de los Rolling Stones en San Francisco marcó un desgraciado antes y después.

En ese año de festivales multitudinarios, los Rolling Stones se quedaron afuera de Woodstock. Las altas pretensiones económicas de la banda y el compromiso de Mick Jagger para filmar en Australia la película “Ned Kelly” bajo la dirección de Tony Richardson (que resultó un rotundo fracaso), impidieron que actuaran en el histórico festival. Tampoco se presentaron en el festival de la Isla de Wright, uno de los más importantes de Europa.

Tal vez para congraciarse con el público norteamericano, tal vez porque pensaban “somos los Rolling Stones y hacemos lo que nos sale de los huevos”, la banda decidió cerrar la gira americana de aquel año con un festival gratuito en San Francisco. El tema es que la fecha fijada era el 6 de diciembre y el anuncio se hizo dos días antes. Con tanto apuro, las autoridades de “Frisco” se negaron a autorizar a montar el escenario en el Golden Gate Park, a los pies del mítico puente. El lugar de realización se fue corriendo hasta fijarse en el Altamont Raceway Park, un autódromo abandonado a unos 100 km. de San Francisco.

Altamont, el trágico banquete de pordioseros

 

Todo en la organización de ese festival –que también anunciaba a figuras como Carlos Santana, Grateful Dead, Jefferson Airplane, Crosby, Stills, Nash & Young y los Flying Burritos Bros.– fue absolutamente improvisado. El predio era poco más que un descampado en medio de la nada. Faltaban baños para el público, puestos sanitarios y medidas de seguridad en un escenario que apenas se elevaba poco más de un metro del suelo.

En medio de esa montaña rusa, a alguien se le ocurrió pensar que la seguridad del escenario podría ser provista por los Hell’s Angels, la famosa banda de motociclistas, elevada a la categoría de mito en cientos de películas y considerada una peligrosa agrupación delictiva por las autoridades. Esta gente hacía el trabajo a cambio de 500 dólares y cerveza gratis. Los Stones habían tomado contacto con los Ángeles del Infierno cuando tocaron en Hyde Park, y habían sido presentados por Jerry García, guitarrista de The Grateful Dead.

¿Qué podía salir mal? Todo.

Desde temprano, las rutas de acceso a Altamont se vieron colapsadas por cientos de miles de fans que buscaban un lugar en el predio. Por supuesto no había programado ningún operativo de tránsito y trasladarse desde San Francisco al viejo circuito fue una verdadera odisea.

Altamont, el trágico banquete de pordioseros

Dentro del autódromo, los Ángeles del Infierno rodearon el escenario con sus motocicletas y se dedicaron a tomar cerveza y golpear a todo el que se acercara demasiado. El clima de violencia sobrevoló el paisaje durante toda la jornada. De hecho, uno de los Ángeles noqueó a Marty Balin (cantante de Jefferson Airplane) en pleno escenario. Ante el cariz que tomaban los hechos, Grateful Dead decidió no actuar.

Había 300 mil personas en el predio. Alcohol y drogas de todo tipo circulaban libremente entre los asistentes. Todo amenazaba con desmadrarse en cualquier momento. Y se desmadró.

La actuación de los Stones fue caótica. Apenas pisaron el escenario una avalancha intentó copar el escenario y fueron repelidos por los Hell’s Angels. Algunas motos fueron abolladas y eso enojó a los motociclistas que alejaron a la gente del escenario a cadenazo limpio. La violencia se generalizó y las escaramuzas entre los mismos asistentes se repitieron a lo largo y lo ancho del circuito.

Pero el momento más dramático se dio cuando los Rolling Stones tocaban el séptimo tema del setlist. Con una expresión aterrada, Mick Jagger cantaba “Under my thumb” cuando Meredith Hunter, un pibe afroamericano (o sea, negro) de 18 años que iba hasta las manos de alcohol y anfetas, se acercó al escenario con un revolver en la mano. Alan Passaro, uno de los integrantes de los Ángeles del Infierno, lo frenó con cinco cuchilladas. Posteriormente Passaro fue juzgado por asesinato, pero fue absuelto al considerarse que había actuado en defensa propia.

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Dentro del predio del concierto, todo fue descontrol, violencia y caos.

Un fragmento del documental “Gimme Shelter”, dirigido por los Hermanos Maysles y Charlotte Zwerin,  muestra el momento exacto del asesinato de Hunter. Como quedó dicho, en ese momento la banda terminaba de interpretar «Under My Thumb» y se observa el encuentro entre Hunter y Passaro. La misma escena muestra la reacción tanto del público como de la banda ante el hecho. Los Rolling Stones, que tuvieron que interrumpir el show en varias ocasiones, decidieron suspenderlo definitivamente.

“Los Stones pecaron de ingenuos a la hora de planificar este mastodóntico evento –expresa el periodista español Juanjo Ordáspero el clima social ya comenzaba a sentir las pulsiones finales del movimiento hippie. Charles Manson se había encargado de recordar al mundo que la crueldad humana era inextirpable, que un reducto hippie podía transformarse en una banda criminal y Altamont no dejó de ser el puntapié definitivo a una idealista forma de entender la vida que jamás comprendió que las flores se marchitan y el verano siempre acaba. Las drogas comenzaban a manchar el idealismo con la llegada de sustancias duras, la psicodelia finalizaba su carrera como innovación pop, los orientalismos ya no resultaban tan exóticos. Pero fue el asesinato lo que hizo despertar a los hijos de la era Woodstock.”

Altamont fue el triste epílogo de una década bisagra. Como dijo el escritor y activista Abbe Hoffman: “Los años ’60 han terminado, la droga nunca será tan barata, el sexo nunca será tan libre, y el rock and roll nunca tan bueno”. La sensación de fin de fiesta, de resaca y desencanto se materializaron trágicamente en la fallida celebración de sus majestades satánicas.

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