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¿Vos cómo lo ves?

¿Vos cómo lo ves?. Hoy: «Crimen de Fernando Báez Sosa. La ausencia de piedad»

¿Vos cómo lo ves?. Hoy: "Crimen de Fernándo Báez Sosa. La ausencia de piedad"
Lic. Patricia Orofino (*) Psicopedagoda Psicoterapeuta Familiar Mat. 5108-76

El psicoanalista Ulloa dice: “La violencia  es lo que aparece cuando algo que se necesita está ausente”

Como ya sabemos, la familia es el primer entorno de un niño, en la cual va moldeando su personalidad. La ternura primera, la transmisión de sólidos valores que de ella emanen es absorbida por el niño siendo un punto de referencia en su posterior desarrollo.

Pero… ¿Qué sucede cuando en esa familia existe un entorno en el cual se vivencia la violencia, la falta de esa ternura primera, la indiferencia o una extrema sobreprotección sin límites?

El niño crece entonces en un ambiente contradictorio que lo llena de desconfianza y frustración.

La palabra es sustituida por la acción, en lugar del pensamiento lógico y el razonamiento coherente. El niño pasa a ser “el chivo expiatorio” de las tensiones y agresiones dentro de ese grupo familiar.

Podría ser éste el inicio de un accionar violento que comienza a manifestarse  en la casa y también en el aula.

Recuerdo el artículo sobre bullying en el que mencionaba lo que sucede con un niño acosador, que ejercía maltrato y hostigamiento hacia otro niño. A éste se lo percibía indefenso mostrando de este modo el desequilibrio de poder entre uno y otro.

El acosador generalmente es un niño impulsivo, intolerante… autoritario, que no sabe perder y necesita imponerse por la fuerza, amenazando. El acosado no puede defenderse y el acosador parece divertirse con ese ataque, contando con la complicidad de observadores indiferentes hacia los abusos sufridos por su víctima.

Ahora bien, este relato vivenciado en las aulas, pareciera un calco de lo sucedido con Fernando Báez, pero ya no de la mano de un niño, sino de jóvenes que  actúan en manada, todos contra uno, sin noción de límites ni compasión. Hacen uso de su fuerza respaldados por la fraternidad que da el grupo. Junto con la impunidad social que les otorga el derecho de pertenecer a un sector reconocido.

Todo ello, hace que actúen como seres superiores.

Así surge una escalada de violencia y crueldad llevada a un extremo superlativo en donde la muerte es el fin.

De este modo, la violencia se va perpetuando en otros casos actuales, sin ser protagonizados necesariamente  por rugbiers como por ejemplo, un joven atacado en la localidad Virrey del Pino, otro en Cañuelas…

¿La culpa es del deporte… del rugby, del boxeo?

¿Será que éstos y otros deportes violentos son una excusa para ejercer la violencia en la sociedad?

Y así… ¿el rugby es un deporte que forma personas violentas? Y me refiero puntualmente a este deporte por el caso actual protagonizado por rugbiers.

El rugby es un deporte nacido en Inglaterra en el siglo XIX  que se juega en equipo promoviendo valores como la disciplina, compañerismo, sacrificio y respeto.

Es posible, según la opinión del ex jugador de rugby, Julián Princic que en estos tiempos “tenga que ser limpiado y que los directivos de clubes asuman que los hechos acontecidos no son aislados, sino que se han convertido en algo endémico”

Creo que lo que ocurre trasciende el tema de los deportes.

El problema entonces, no es el deporte sino las conductas y acciones violentas asociadas a los parámetros de lo que se espera del “varón” impuesto aún por el patriarcado y fomentado por los distintos sectores sociales.

Uno observa en prácticas deportivas de cualquier juego competitivo, cómo los familiares y aún los entrenadores, alientan a los niños a ser agresivos con el oponente, para ganar. Cuando estas conductas son bien vistas por la familia desde pequeños, se aprende a agredir, insultar, maldecir al oponente porque pareciera que es lo “que hay que hacer”. Ganar y humillar a sus rivales, lo cual pone de manifiesto la jerarquía del poder sobre otros.

¡La pasión por el deporte no tiene nada que ver con la violencia!

Vemos que socialmente hay una gran indiferencia frente a los sucesos violentos en distintos espacios.

¿Será que cuando una conducta se reitera continuamente, ésta empieza a percibirse como normal?

¿Qué nos pasa que naturalizamos la falta de empatía y de compasión?

Y desde el punto de vista social… ¿Cómo transmitir valores en una sociedad que tiende a desvalorizarlos, a reemplazarlos por ventajismos, desprecio por el otro, transgresiones y por una grieta que cada día nos separa  más?

Las palabras van por un lado y los hechos, por otro.

Vuelvo a citar a Ulloa quien dice: “el individuo exacerbado, la competitividad sin límites y las presiones cada vez mayores para triunfar cuanto antes y a cualquier precio, son factores que determinan los vínculos sociales y estimulan la intolerancia, y hasta la eliminación de lo que es percibido como diferente”

Se ignora la ley… las normas… las reglas de la comunicación… la justicia y el registro del dolor de los otros.

Nada nos sorprende, nos asombra… es como si estuviéramos anestesiados… ya es esperable diariamente el anuncio de otro salvaje  crimen.

Si no registramos al otro, éste se convierte en una cosa… ¡y una cosa no siente dolor, no tiene vida!

nakasone