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Crónicas al Voleo

La Torre Eiffel de Ituzaingó

La Torre Eiffel de Ituzaingó
Por Germán Tinti (especial para Crónicas al Voleo)

La ciudad de Ituzaingó está en la zona oeste del Gran Buenos Aires. Según el censo de 2010 tiene casi 170 mil habitantes y es conocida como «el Jardín del Oeste» por sus amplios espacios verdes. Arboledas frondosas conviven en todas las zonas residenciales de la ciudad, destacándose entre ellos Parque Leloir, una de las zonas ecológicas protegidas más grandes de la Provincia, además de ser el barrio elegido para vivir por algunos ricos y famosos como el «Indio» Solari, Moria Casán y el matrimonio compuesto por Ricardo Mollo y Natalia Oreiro.

Menos rico y menos famoso, el arquitecto Rubén Díaz es un personaje que desde hace algunos años trabaja para cambiar la fisonomía de la ciudad. Desde adolescente evidenció una personalidad creativa, disruptiva y aventurera. A los 16 años agarró una mochila y se puso a hacer dedo. No llevaba dinero y su único capital eran algunas artesanías para vender y sobrevivir en el camino. El virus de viajar ligero de equipaje se le metió en el cuerpo y no lo abandonó más. Hasta ahora lleva recorridos más de 120 países.

Viajero incansable

Ese modo de viaje lo llevó a vivir aventuras extraordinarias. Cuando tenía 21 años pisó por primera vez Europa y se hizo amigo de unos hippies holandeses con los que estuvo conviviendo unos días, hasta que una mañana se despertó rodeado de policías que lo apuntaban con sus armas y no paraban de darle órdenes en un idioma que no entendía. Después comprendió que sus amigos eran delincuentes buscados. «Me salvó que tenía certificado de estudios, pasaje de vuelta y se dieron cuenta que yo no tenía nada que ver con todo eso».

Estaba en Uganda cuando estalló un golpe de estado y llegó a Nicaragua mientras se desarrollaba la revolución que puso fin a la dictadura de Anastasio «Tachito» Somoza y empezaba a gestarse la que actualmente busca imponer Daniel Ortega. También convivió con una tribu del Amazonas.

«Viajando aprendí que la ignorancia no existe como valor absoluto: por ejemplo yo estuve en el Amazonas con una tribu. ¿Quién es el ignorante? El ignorante soy yo, porque él es sabio en su hábitat. La Ignorancia depende del escenario más que de la persona». Para Díaz el contexto es todo y es necesario despojarse de los prejuicios, «ves a una persona sentada frente a Puerto Madero y te imaginás que es una persona que vive ahí. Lo vés en la Villa 1-11-14 y pensás que es un indigente, un chorro o un drogadicto».

El mundo en el barrio

En la ciudad de Ituzaingó, Díaz se dedica a recrear monumentos y edificios icónicos de todo el mundo. «Siempre estuve muy convencido de que Ituzaingó tiene mucho potencial, por eso un día se me ocurrió poner al distrito como un partido de arte urbano de turismo nacional e internacional».

Su pasión por las obras temáticas se desató, tal vez algo tímidamente, cuando intervino un departamento con señales de tránsito que indicaban el camino a las puertas o aconsejaban no detenerse en los pasillos. Pero su debut en público fue en 2017 cuando recreó la «Taberna de Moe» de la serie animada Los Simpsons. La reconstrucción era idéntica, pero la Fox se ortibó e impidió que el local funcionara con ese nombre, por lo que cambió el nombre por «Todo pasa» e introdujo algunas modificaciones a la fachada, pero cualquier fan de la serie reconocerá las similitudes, como así también advertirá que en la barra no hay huevos en salmuera.

El revés no desanimó a Rubén Díaz. «Fracasar es no intentar. Si perdés, lo intentaste, entonces no vas a estar tenso, cuando aprendas a perder, habrás empezado a ganar». En tu cara José Narosky.

Un polo turístico

Pero lo cierto es que este excéntrico arquitecto ituzainguense aplica en su vida lo que dice. Desde entonces no se ha detenido y ha agregado al paisaje de su aldea  una serie de obras temáticas que asombran a propios y extraños. Después de la Taberna de Moe vino la «Torre de Santa Rosa», una miniatura de la Torre Eiffel construida en hierro y de poco más de 15 metros de altura que se encuentra rodeada de murales con paisajes de París que uno puede disfrutar tomando un trago en The Tower, la cervecería que tiene a la recreación como fachada.

La intención de Díaz es que sus obras se conviertan en puntos de referencia en la ciudad. Lo enerva que sus conciudadanos utilicen como puntos de encuentros locales como McDonalds pudiendo utilizar edificios y construcciones genuinas del lugar. También se ocupa en aclarar que sus construcciones no le cuestan ni un centavo al Estado, sino que son financiadas por aportantes privados.

«Siempre estuve muy convencido de que Ituzaingó tiene mucho potencial, por eso un día se me ocurrió poner al distrito como un partido de arte urbano de turismo nacional e internacional, está el aeropuerto de El Palomar, están construyendo un Hotel Hilton en Leloir. Lo low cost explota en el mundo, aeroparque no da abasto con las pistas, entonces un día se me ocurrió poner a Ituzaingó como partido de arte urbano de turismo nacional e internacional» expresó en alguna oportunidad Rubén Díaz. El inexplicable cierre del aeropuerto de El Palomar y el incomprensible ataque gubernamental a las empresas aéreas low cost dificultaron los proyectos, pero no los voltearon.

La cordura de un loco

Otras «locuras» que el paseante inadvertido puede cruzarse en Ituzaingó son: la Torre de Pisa, el pasaje Hollywood (intervenido con murales de personajes del cine de los años ’80 y ’90), la casa bondi (que en la fachada tiene el frente de un colectivo a un lado y la parte de atrás al otro) o la casa del Fitito, que tiene un Fiat 600 adosado a la fachada de la propiedad.

En carpeta tiene diversos proyectos: un mini obelisco, un coliseo romano en miniatura y un Partenón en la calle Ratti. Pero su ambición más preciada es terminar «La república Balá» cuya piedra fundamental es otra obra suya: una réplica del Arco del Triunfo dedicada enteramente al nonagenario actor y humorista. Ya tiene diseñados bandera, escudo, pasaportes, himno y constitución.

«Yo soy felizmente ridículo y loco. La locura mientras no sea patológica y no afecte a los demás, deberían tener un poquitito cada uno –le dijo en una oportunidad Rubén Díaz al diario digital Infocielo– Yo tengo que reconocer que estoy loco porque si lo hago, tengo la suficiente cordura como para saber que yo estoy loco y que puedo andar por la calle normalmente. Si hago como todos los locos y digo que no estoy loco, me internan».

Nos hacen mucha falta este tipo de locos.

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