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Crónicas al Voleo

Guido Fawkes y la Conspiración de la Pólvora

Por Germán Tinti

 

No era fácil ser católico en la Inglaterra del siglo XVII. Eran épocas en las que muchos Estados tenían una orientación religiosa que imponían a la población. O sea, como sucede ahora pero mucho menos disimulado. En el caso de la isla británica, el protestantismo era la religión oficial desde el ascenso al trono de Isabel I, allá por 1558 (no, la que está ahora es Isabel II).

Doña Isabel inició una verdadera persecución de católicos. Con la sangrienta memoria de la Santa Inquisición y sus rituales de hogueras y torturas, que imperaron durante el breve reinado de María I, los protestantes ingleses –ahora en el poder– pensaban cobrárselas todas. Ser católico practicante estaba castigado por ley y se imponían multas a quienes rechazaran asistir a los servicios de la Iglesia de Inglaterra. Imprimir o importar libros católicos se volvió un acto de alta traición. Todos los hombres con un cargo administrativo, desde los miembros del Parlamento hasta los maestros de escuela, debían hacer un juramento negando el poder del Papa y reconociendo a la reina como cabeza de la Iglesia.

Jacobo I, el rey de Inglaterra contra quien quisieron atentar los conjurados católicos.

Cuando en 1603 Isabelita crepó, los católicos se esperanzaron con que el sucesor, Jacobo I, también protestante, aflojara un poco. Pero no, la persecución continuó. Todo ello dentro de un contexto europeo de constantes enfrentamientos armados y movimientos militares originados que tenían como excusa la fe.

Como es costumbre en estos casos, a alguien se le tenía que ocurrir la idea de matar al rey. Y ese alguien fue Robert Casteby, un noble católico que  vislumbró la idea de hacer volar el Parlamento con monarca, representantes,  nobles y todo. Casteby fue conectándose con otros disconformes y el sábado 20 de mayo de 1604, en la taberna Duck and Drake, se reunieron los cinco principales conspiradores: Casteby, Thomas Winter, Jack Wright, Thomas Percy y Guy Fawkes.

Señoras y Señores: con ustedes, los conspiradores.

Guy Fawkes era un treintañero militar nacido en York que servía a la corona española que había castellanizado su nombre, cambiándolo a Guido. Su presencia en el grupo se justificaba en sus contactos con la nobleza católica de España y sus conocimientos en el manejo de explosivos.

Las reuniones se sucedieron y el número de integrantes del grupo fue en aumento. Cada paso debía ser dado con el mayor de los cuidados. La elección de la persona incorrecta, una palabra de más, un movimiento inusual podía echar por tierra todos los planes. Había que conseguir una buena cantidad de pólvora y no era simple comprarla, trasladarla ni ocultarla.

El número de complotados llegó a 13. Alguien debería haber tenido en cuenta ese detalle. A Bilardo no se le hubiera pasado.

Cuando se pudo alquilar un almacén que tenía un subsuelo que se extendía debajo del Palacio de Westminister, ideal para los planes, se le puso fecha al atentado: el 5 de noviembre de 1605, día en que el rey Jacobo se presentaría ante el Parlamento.

“Recuerda, recuerda el cinco de noviembre

la traición del complot de la pólvora.

No conozco razón alguna

para que se olvide el complot de la pólvora”

Todo parecía marchar sobre ruedas. Se había conseguido la pólvora (más de 30 barriles), se tenía el lugar ideal, se había fijado la fecha… Pero siempre hay alguien que se resfría.

La noche del 26 de octubre William Parker, barón de Monteagle, recibió una carta anónima que le hacía entender la conveniencia de mantenerse alejado del Parlamento el 5 de noviembre porque todo iba a volar por los aires. El barón se ortibó y le comunicó al rey, que ordenó reforzar las medidas de seguridad.

En las primeras horas del día de la presentación real ante los representantes, miembros de la guardia real registraron el local donde la pólvora se ocultaba debajo de una gran pila de leña. El aspecto, los modales y la vestimenta de Fawkes despertaron las sospechas de los agentes, que profundizaron la inspección y encontraron el arsenal.

“Guy Fawkes, Guy Fawkes, ese fue tu intento
De volar el Rey y el Parlamento.
Treinta barriles de pólvora por debajo
Para intentar destruir a la vieja Inglaterra;
Gracias a Dios fue atrapado
Con una linterna sorda y una cerilla encendida en la mano.”

Tras las prolijas torturas a las que fue sometido, Guido Fawkes cantó todo. Todos los confabulados fueron atrapados, torturados, juzgados, ejecutados y descuartizados. Sus restos fueron exhibidos en todo el reino como ejemplo para otros disconformes.

“Vamos muchachos, vamos muchachos, ¡toquen las campanas, toquen!
Vamos muchachos, vamos muchachos, ¡Dios salve al Rey.
¿Y de él, qué haremos? ¡Lo quemaremos!”

Los complotados fueron ejecutados en la plaza pública.

En 1606, don Jacobo I decretó que era obligatorio conmemorar que la Conspiración de la Pólvora había sido desactivada y con el correr de los años se convirtió en una tradición. Los ingleses tienen la tradición de convertir en tradición todo lo que pasó hace más de 200 años. Otra buena excusa para tomar cerveza hasta emborracharse. Cada año se encendían hogueras en cada pueblo y ciudad. En 1650 se incorporaron fuegos artificiales y después de 1673 se convirtió en costumbre la quema de una efigie, normalmente del Papa o de Fawkes.

Además, el fallido atentado dejó un legado cultural que se vio reflejado principalmente en la literatura. En la novela “Guy Fawkes; or, The Gunpowder Treason” Guy Fawkes aparece de manera simpática, con lo que se creó una imagen popular del conspirador como “un personaje ficticio aceptable”. Con el paso del tiempo Fawkes se convirtió en una especie de héroe de acción en libros infantiles y novelas de escasa calidad.

Noche de las hogueras, una celebración que conmemora el desbaratamiento del atentado contra Jacobo I

Para historiadores como el post anarquista Lewis Call, Fawkes es en la actualidad “un gran icono en la cultura política moderna”, cuyo rostro ha pasado a ser “un instrumento potencialmente poderoso para la articulación del anarquismo posmoderno” a finales del siglo XX e inicios del XXI. El ejemplo más claro de esta afirmación es la máscara del personaje principal de la novela gráfica “V de Vendetta” de Alan Moore y David Lloyd (fue llevada al cine en 2005), que lucha contra un ficticio estado fascista inglés. Esa máscara está basada en los rasgos faciales de Fawkes, fue posteriormente adoptada por los miembros de la comunidad virtual Anonymous.

La famosa máscara del personaje de “V de Venganza”.

Contradicciones de la historia: la imagen de un personaje que buscaba instaurar un monarca absolutista católico es hoy el “rostro” del neo anarquismo global.

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