AG Noticias
Crónicas al Voleo Sin categoría

Balas para Bob Marley

Jamaica, lejos del paraíso soñado.
Por Germán Tinti

Bueno, en la década de 1970 Jamaica no era el paraíso ideal que se imaginan los que compran una estadía all inclusive en el Royallton Blue Waters de Montego Bay a casi una luca verde la noche. Ni siquiera ahora es ese edén imaginario en el que frondosas mulatas y bruñidos morochos te esperan en el aeropuerto para convidarte porro al ritmo del reggae. Es más, la marihuana en Jamaica es ilegal y no parece ser buen plan pasar un par de noches en el calabozo de una comisaría en Trenchtown.

Para 1976 Robert Nesta Marley era una celebridad mundial y el jamaicano más famoso. Y la situación política de su país era un barril de pólvora con una mecha cortita (como casi toda América al sur del río Bravo, y pensar que hay gente que añora eso). Habían pasado poco más de tres lustros desde que se había independizado de Gran Bretaña y atravesaba una convulsa situación sociopolítica en las que muchas veces las discusiones terminaban a los tiros. El poder se lo disputaban el gobernante Partido Nacional del Pueblo (PNP), de tendencia socialdemócrata y con fuerte influencia de la vecina dictadura cubana, y el opositor Partido Laborista de Jamaica, de corte conservador y al que se lo consideraba manipulado por la CIA. La guerra fría también tendió su manto sobre la pequeña isla caribeña.

Una sonrisa tramposa

Si había en aquel país una figura pública con suficiente consenso como para apaciguar ánimos por demás exaltados, ese era Bob Marley. Por eso estuvieron de acuerdo el Primer Ministro Michael Manley y el líder opositor Edward Seaga cuando el propio Marley y su manager Don Taylor propusieron realizar un festival gratuito. Se acercaban las elecciones y todos coincidieron en que “Smile Jamaica” (Sonríe Jamaica) sería una buena manera de que la población, cuya situación económica no era la más favorable, pudiera dejar de lado sus problemas, aunque sea algunos momentos.

No había pan, pero tal vez un poco de circo ayudara.

El festival se llevaría a cabo el 5 de diciembre en el Parque de los Héroes Nacionales, en Kingston. Cuando todo estaba atado y bien atado (Salzano dixit) Michael Manley hizo su jugada sucia y adelantó las elecciones para diez días después del concierto. No había forma que la convocatoria musical no quedara pegada al cierre de campaña del PNP. Si bien Marley no adscribía públicamente a ninguno de los dos partidos dominantes, sus simpatías se decantaban hacia los socialdemócratas. No obstante, la  movida del Primer Ministro disgustó al artista. “Los políticos son el diablo” declaró por entonces a la revista Rolling Stones, pero las cartas estaban echadas y el espectáculo debía continuar.

Disparos en Hope Road

Obviamente Edwar Sega y sus seguidores asumieron la actitud del Primer Ministro y candidato oficialista como lo que fue: una puñalada trapera, y en consecuencia comenzaron a solicitar que se suspendiera el festival. Al mismo tiempo, Bob Marley comenzó a recibir reiteradas amenazas de muerte por lo cual se le asignó una consigna policial permanente, tanto en su domicilio como en sus desplazamientos.

Pero algo no salió bien la noche del 3 de diciembre. Los custodios desaparecieron de la mansión del número 56 de Hope Road, adonde Marley y sus músicos habían terminado el ensayo y se encontraban en la cocina, picando algo y fumando porro. Y el detalle de que estaban consumiendo marihuana no es menor.

Cuatro personas ingresaron en la residencia Marley y acribillaron a todos los que allí se encontraban. En total se escucharon 87 disparos. La esposa de Bob, Rita Marley, recibió un balazo en la cabeza, que quedó detenido entre el cuero cabelludo y el cráneo. Al manager Don Taylor lo dejaron como un colador, le metieron 5 plomos en el abdomen. Uno de los tiros rozó el pecho de Marley y se incrustó en su brazo izquierdo, a la altura del corazón. Hay quienes dicen que si el autor de “No woman, no cry” en ese momento hubiera estado inhalando el humo de su joint en vez de exhalándolo, la bala hubiera atravesado su corazón.  A pesar de la violenta balacera nadie murió esa noche.

Del hospital al escenario

Increíblemente “Smile Jamaica” no se suspendió. Con el pecho y el brazo izquierdo vendados, lo que –además– le impedía tocar la guitarra, Bob Marley subió al escenario ante casi 100.000 personas y cantó durante 90 minutos. A su lado, Rita hacía coros con la cabeza vendada y vistiendo una bata de hospital.

El último gesto de Marley en el “Smile Jamaica” fue darle el micrófono a un compañero, acercarse al borde del escenario, escoltado por un policía, desabotonarse lentamente la camisa y mostrar a la multitud la marca del balazo que le cruza el pecho y termina en su brazo izquierdo.

Nunca se supo la identidad de los atacantes ni los motivos del atentado. Las hipótesis relacionadas con una motivación política son las más comunes. Una sostiene que habrían sido seguidores de Edward Seaga para impedir la realización del concierto. Otros afirman que fueron simpatizantes de Michael Manley para culpar a los seguidores de Seaga. No faltan los que sostienen que fue la CIA, porque cualquier teoría conspirativa que se precie de tal debe involucrar a la CIA.

“Éxodo, la gente de Jah se mueve”

Después del concierto Bob Marley abandonó Jamaica. Primero se trasladó a las Bahamas y luego a Londres. No volvería a residir nunca más en su isla natal, a la que regresó fugazmente en 1978 para participar en el One Love Peace Festival, un concierto benéfico que se pretendía utilizar, una vez más, como prenda de paz entre los partidos políticos enfrentados.

Marley, en esa visita, vio que nada había cambiado y los mismos siniestros personajes seguían teniendo el mango de la sartén. Volvió al exilio autoimpuesto y en esa condición murió en 1981 en el Cedars of Lebanon Hospital de Miami, adonde llegó casi sin funciones vitales luego de intentar combatir un cáncer con terapias alternativas en Alemania. Fue sepultado en Jamaica y recibió un funeral de estado, aunque su viuda sostuvo que «Bob hubiera preferido reposar en el continente africano más que en una isla donde sus antecesores fueron llevados como esclavos».

nakasone