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Crónicas al Voleo

La tumba de la fertilidad

Por Germán Tinti

 

El Cementerio Père-Lachaise es el más grande de París y tal vez el más famoso del mundo. Se encuentra en el XX Distrito de la capital francesa y fue inaugurado en 1804. Inicialmente tenía una superficie de algo más de 17 hectáreas, pero posteriores ampliaciones la llevaron a las actuales 45. Es utilizado por parisinos y turistas como un parque y se calcula que anualmente recibe unos dos millones de visitantes que pasean entre sus imponentes monumentos funerarios. Contiene 70.000 tumbas, 5.300 árboles, centenares de gatos en estado semisalvaje y miles de pájaros que anidan en sus ramas.

Una de las razones de su fama internacional es que allí residen los despojos de una larguísima lista de personalidades históricas. Hombres de letras y de armas, políticos y filósofos, espiritistas y músicos,  personas de prestigio (a veces lamentable prestigio, pero prestigio al fin) e ilustres desconocidos (pero con la tarasca suficiente para pagarse el descanso eterno en este 5 estrellas final). Los huesos de Apollinaire, Balzac, María Callas, Camus, Bizet, Chopin, Delacroix, Edith Piaf y muchísimas otras luminarias de las artes, las ciencias, la política y la religión conviven en este mítico –y muchas veces místico– lugar.

Es un centro de peregrinación de fans de The Doors, que en la tumba de Jim Morrison guitarrean, cantan sus canciones, fuman porros y le dejan las tucas al poeta. Este sector del cementerio es uno de los escenarios de la genial novela de Osvaldo Soriano “El ojo de la Patria”.

La tumba de Oscar Wilde luce en su fachada miles de besos pintados con rouge.

En la de Oscar Wilde se suelen congregar miembros del colectivo LGTBQ de todo el mundo, que a modo de recuerdo de su presencia en ese lugar dejan marcados con rouge sus labios.

Entre tantos deslumbrantes monumentos póstumos a la necrofilia egocentrista, el paseante se sentirá intrigado por la particular tumba de alguien probablemente desconocido. Y es que el sepulcro de Victor Noir es mucho más conocido que su habitante. En muchísimas oportunidades hemos visto fotos y los más afortunados han podido apreciarlo en vivo y en directo.

Nacido en Attigny Vosgos, al noroeste de Francia, en 1848 bajo el nombre de Yvan Salmón, adoptó el seudónimo de Victor Noir a partir del apellido de soltera de su madre. Siendo un joven se trasladó a París, donde comenzó a trabajar como periodista en el períodico republicano “La Marseillaise”, cuyo Director, Pascal Grousset, era un periodista, escritor y político de extrema izquierda, que desde las páginas del periódico atacaba sin piedad al gobierno de Napoleón III. Las duras críticas llegaron a ofender al primo del Emperador galo, Pierre Bonaparte, quien –curiosamente– era Diputado por la Izquierda.

El tema es que Pierre retó a duelo a Grousset por un artículo publicado en “La Marseillaise” a través de una carta que contenía frases como:

“Después de haber ultrajado a cada uno de los míos, me insultáis con la pluma de uno de vuestros sirvientes. Tiene que llegar mi turno. Solamente tengo una ventaja sobre los otros con mi nombre, y ésta es ser un hombre particular, ser un Bonaparte… Por eso os pregunto si vuestro tintero está asegurado por vuestro pecho… Yo vivo, no en un palacio, sino en el 59 de la calle Auteuil. Os prometo que si os presentáis vos mismo, no os dirán que me marché.”

 

En calidad de padrino, Victor Noir se entrevistó con Pierre para convenir detalles del lance de honor. Al parecer, la conversación tornó en discusión y de allí pasó a la agresión física. En determinado momento, Noir levantó su bastón y Bonaparte desenfundó y lo liquidó de un tiro. Cuentan las crónicas -para hacer más dramática la cosa- que Noir iba a contraer matrimonio al día siguiente.

Si bien las autoridades quisieron mantener este hecho con la mayor reserva posible, se calcula que más de 100.000 personas fueron a las exequias del malogrado periodista. Inclusive, algunas crónicas dan cuenta de que la multitud había ascendido a 200 mil.

Miles y miles de personas concurrieron al sepelio de Noir.

Sobre su tumba fue depositada una escultura de Jules Dalou, quien representó al occiso (¡qué palabra!) como habría quedado al caer fulminado: con las ropas y el cabello desarreglado, la galera a un costado del cuerpo y… una inocultable erección en su entrepierna.

En algún momento de la historia comenzó a correr el rumor de que las mujeres que tenían problemas para concebir, debían frotar el miembro de Victor Noir (el de bronce, claro está) para poder quedar embarazadas (obviamente después debían hacer algunas cosas más).

El ritual a seguir es el siguiente: la interesada (es necesario que sea ella, no vas a mandar a alguien) debe depositar una flor sobre el sombrero de la escultura, besar los labios de Noir, tocarle los pies y frotar su entrepierna.

Con el tiempo, la estatua muestra su desgaste en la zona más buscada por las mujeres que concurren a la tumba de Noir.

Es por eso que desde hace más de un siglo una interminable sucesión de manos, labios, lenguas y vaya a saber que otros sectores de la anatomía femenina, fueron desfilando por la virilidad del periodista, por su boca, su nariz y las puntas de sus botas, hasta lograr una evidente decoloración del metal de esos sectores de la estatua.

Durante varios años, el monumento mortuorio estuvo enrejado para evitar actos reñidos con la moral y las buenas costumbres, ya que mujeres de todas las edades se montaban sobre la estatua para quedar embarazadas (y al parecer muchas parecían querer que el padre fuera la propia estatua); pero con el tiempo las autoridades se dieron cuenta de era inútil e incluso peligroso, ya que algunas personas sufrieron heridas al intentar sortear la valla para cumplir con el rito que supuestamente les daría fertilidad.

A diario, concurren mujeres atraídas por el mito de fertilidad de la tumba.

En la actualidad, la tumba de Victor Noir es una de las más visitadas del cementerio Père-Lachaise, y no solamente mujeres en busca de la maternidad se animan a sobar el bulto (perdón por lo crudo de mi lenguaje), sino que todo turista bien nacido se saca una foto haciendo la caricia de rigor, aunque no tenga ninguna posibilidad de adquirir estado de gravidez, por razones más que obvias.

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