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¿Vos cómo lo ves?

¿Vos como lo ves?. Hoy: El ego de la Vanidad, espejito… espejito…

¿Vos como lo ves?. Hoy: El ego de la Vanidad, espejito… espejito…
Lic. Patricia Orofino (*) Psicopedagoga Psicoterapeuta Familiar
Mat. 5108-76

¡De vanidosos y presuntuosos todos tenemos un poco!

El riesgo está cuando estas características se salen del límite de lo común.

¿Se acuerdan de la historia de Narciso en la mitología griega? Bueno,  Narciso era un joven obsesionado con su propia imagen. Al punto que, al contemplarse en el reflejo del agua, se inclinó en demasía hacia sí mismo que perdió el equilibrio y murió ahogado.

¡Narciso se inmoló por una imagen!

Así visto, la vanidad está íntimamente relacionada  con el valor que se da a lo efímero, la apariencia superficial la cual se tiene hoy, y mañana… no sabemos.

Y entonces… ¿qué pasará cuando aquella bella imagen comience a seguir el normal curso del paso del tiempo? Obviamente  hoy en día, las cirugías y múltiples tratamientos, están al servicio de conservar la eterna juventud. El tema pasa por el grado de valoración y autoestima que se tenga de uno mismo, más allá de las arrugas que, inexorablemente aparecerán. Una cosa es cuidarse estéticamente y otra, es ser como una máscara de sí mismo.

Comparto con ustedes un hecho real que me asombró

Una actriz legendaria, Greta Garbo, a los 36 años dejó de filmar al momento del fracaso de su última película y se recluyó en su casa para no salir más a la luz, excepto tapada para no ser reconocida.

Decía: “Mi leyenda es todo para mí ahora. No la vendería por nadie ni por nada. Ni por la vida, ni por la felicidad… la verdad, es que sacrificaría mi propia vida para no poner en peligro esa leyenda”. ¿Tremendo no?

Como sabemos, esta valoración exagerada de la imagen es patrimonio de todos, sin distinción de sexos… sucedió en la antigüedad y con más vehemencia en la actualidad. Aunque también es cierto que el prestigio y el poder son grandes afrodisíacos.

Cuando  la vanidad es tan exagerada en cuanto a la opinión que se tiene de sí mismo… del aspecto físico… y de sus habilidades, ya está rozando el límite del narcisismo. En éste, la cuestión varía según se trate de los diferentes sexos. Si bien es cierto que actualmente estos límites se van desdibujando, pudiendo jugarse tanto en lo estético y afectivo como en los logros económicos y laborales.

Ahora bien,  detrás de esa arrogante imagen de seguridad que proyecta el narcisista, junto a la necesidad de sentirse admirado, encontraremos un sentimiento de baja autoestima y de miedo a quedarse solos. Por no soportar el hecho de ser débiles, buscan poder y prestigio pues eso les brinda la sensación de ser valiosos. De esta manera pueden controlar a los demás.

Un hombre entra a un restaurante… pide el menú… le  traen la comida solicitada pero, cuando comienza a comer, detecta que la carne no está exactamente como la pidió. Llama a la moza que lo atendió y la reprende con tono elevado y autoritario, al punto que los demás comensales lo empiezan a mirar.

El hombre a la moza: “Te pedí que la carne esté bien a punto pero está demasiado cocida… devolvela y traé como la ordené”

La moza: “Señor por favor, fíjese bien porque está como usted la pidió”

El hombre: “Vos sabés quién soy yo?. A mí no podés faltarme el respeto…quién te crees que sos?”

Claro ejemplo este de sentir, no solamente que los demás son inferiores a él, sino con un obvio derecho a un trato especial. Estos personajes arrogantes miran desde arriba, se centran en sí mismos y sin el más mínimo interés por lo que dicen los demás. “Estoy hablando yo”

Esa soberbia no les permite disculparse, no se “rebajan” al nivel de los demás y prefieren continuar en el error que admitir que no tienen razón. Se indignan cuando tienen que seguir reglas porque las reglas no son para ellos. Necesitan que les adulen el ego.

El filósofo Voltaire tiene un dicho:

”No importa cuán alto sea tu trono, siempre estarás sentado en tu trasero”

Como veremos en el próximo fragmento de un cuento, la vanidad no es solo exclusiva de nuestra época.

Anne se casaba con Philippe, él le había preguntado: “¿Querés hacerme  feliz?»

Ruborizándose  ella le respondió: ”¡Sí, claro!”

Él dijo: “Pues entonces sé mi mujer. Deseo casarme contigo”

Anne  preguntó: «¿Por qué?».  Él respondió: “Porque todo hombre necesita una mujer”

Ella: «¿Por qué yo?  Él respondió: “Porque eres la más hermosa y me gustas”

Ella: “Pero por qué tú y yo?»  Él exclamó: “Tú y yo con nuestro físico, tendremos niños  magníficos y todos mis amigos estarán envidiosos.”

¡Philippe entonces le confirmaba todos sus temores! Se expresaba como un ganadero que aparea a sus mejores animales para que se multipliquen.

Anne se preguntaba: «¿Eso era el amor entre la gente?; ¿Eso y nada más?”. Ella no contestó a esa petición de mano. El ardiente Philippe interpretó su silencio como un consentimiento.

Él: “Me amarás solo a mí, nada más que a mí!»  Ella: «Imposible, amo a mi madre y a mi abuela!». Él riendo le dice:

”¡Picarona! ¡Cómo haces para que me encapriche contigo y piense solo en tí!«

En este relato Philippe mostraba el valor preponderante que para él tenía el aspecto físico, la imagen. ¡Sus hijos serían los más hermosos!. Por otro lado, existe una desvalorización de Anne como ella misma observa cuando dice “cual si fuera un ganado”… bello, pero ganado al fin. El final de este cuento relata que Anne una vez casada por no decepcionar a su familia y comprendiendo que para él era ella como un objeto… se escapa.

Y en realidad no es desacertada su decisión ya que como vimos, el vanidoso se codea muy de cerca con el narcisismo… el peligro es, en la vida real, que este personaje muy seductor se vende como algo extraordinario. Su pareja, que por lo general suele ser una persona con baja autoestima y dependiente, comenzará a ser su satélite girando alrededor de él para todo.

Un personaje que conocí le decía a su pareja:

 “¿Dónde vas a encontrar un hombre como yo?  ¡Qué suerte  la tuya de haberme conocido!«. La pareja a su vez veía que al fin había encontrado al hombre de su vida.

Aunque parezca increíble, es un caso real… no es un cuento.

Aristóteles calificaba a los vanidosos de necios e ignorantes:

“Se adornan con ropas, aderezos y cosas semejantes y, desea que su buena fortuna sea conocida por todos, y hablan de ello creyendo que serán honrados.”

¡Que tengan un lindo fin de semana para disfrutar!

¡Hasta la próxima!

nakasone