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Editorial

Cerramos la más importante fábrica, dimos quiebra al futuro

Cerramos la más importante fábrica, dimos quiebra al futuro

 Por Horacio Ortiz (*)

Desde «los inicios de los tiempos”, como nos contaban en las historias de niños y mucho más allá de todo credo y/o ideología los seres humanos hemos tenido fascinación por fabricar cosas y a lo largo de los años aparecieron la rueda, después vendrían los automóviles, los barcos para flotar sobre el agua o los aviones para surcar los cielos. Siempre se ha hecho en torno de las fábricas un epicentro casi mágico donde un determinado elemento o la conjunción de varios se transformen en un objeto que signifique algo para alguien, que pueda ser usado para satisfacer el inacabable énfasis de los hombres por lo que llamamos progreso.

También pasa por ejemplo en el arte, donde un pedazo de lienzo en manos de un artista se transforma a través de esa fábrica indivisa y única que es el ser humano en un objeto pictórico que tiene exponentes de magnánima capacidad de fabricar los mismos como Da Vinci o Miguel Angel que con un pedazo de mármol luego de pasar por esa fábrica creativa que arbitró los medios, fuerzas y herramientas en perfecta sintonía se transformara en “David”, una escultura que nos impacta generación tras generación.

Ahora bien ¿qué pasa en este tejido de vidas entrelazadas por comunes denominadores que llamamos sociedad? y ¿las fábricas de realidades que nos mejoren como núcleo heterogéneo de sueños y vivencias?. Hace años esas fábricas fueron, paulatina pero sistemáticamente, cerrando sus puertas y, pese a tener materia prima, las herramientas se volvieron obsoletas y perecieron.

Hay cientos de ejemplos de cómo la sociedad civil organizada a través de distintas organizaciones no gubernamentales cumplían lo que tantas veces hemos escuchado en los últimos tiempos sobre el manejo del mensaje, de la comunicación y de la preferencia pero siguiendo la máxima de la sociología que las masas inciden pero no deciden, aunque claro está que sí lo hacen en forma indirecta y veamos solo un par de modelos en un contexto histórico.

A principios de siglo pasado, con la creación de clubes y entidades como por ejemplo el Automóvil Club Argentino (ACA) fundado en 1904  y su “competencia”, si se quiere, el Touring Club Argentina (TCA) de 1907  integrando por sectores distintos de la sociedad, lograron trascender y fueron quienes marcaron los ejes de desarrollo de varios aspectos como la propia  industria automotriz en la que Córdoba tiene mucho que ver y decir y con ella rápidamente ligada al turismo y a las innovaciones. El propio presidente Yrigoyen y luego Perón marcaron su eje de desarrollo industrial en base a la presencia de entidades de la sociedad civil que proponían y planteaban sistemas de desarrollo para el país.

Vayamos un poco más atrás solo para ver que estas entidades nacen casi con la necesidad de trascender a sus propias existencias y quizás podríamos trazar un eje con los movimientos entre los siglos XI y XII cuando ser hospitalario o solidario era parte de la peregrinación de los fieles católicos. En la Edad Media, si bien no bajo la actual figura de las ONG, estas organizaciones religiosas pregonaban con sus fieles que se orientaran a la caridad, a brindar hospitalidad a los más necesitados y asistencias, el propio nacimiento de lo que hoy conocemos como CARITAS.

Sin temor a equivocarme podemos ver en la historia que gracias a estas acciones solidarias de los movimientos sociales lograban resolver conflictos de su época en base a esas movilizaciones, vale decir que si bien no decidían por sus gobernantes sin lugar a dudas incidieron en cambiar, modificar o aunque mas no sea mitigar las cuestiones de sus comunidades y he aquí que casi sin quererlo, o al menos sin tenerlo como premisa de sus creaciones, cumplían un rol preponderante que era el de aglutinar, contener y organizar a los grupos en torno al cumplimiento de un objetivo común, lo que significaba que de ellos salían hombres y mujeres sensibles a las situaciones sociales y por ende con la materia prima pulida para transformarse en seres políticos para la comunidad.

En nuestro país desde hace varios años y por situaciones sociales, económicas, educativas, que sería muy largo de enumerar y analizar, nuestras entidades de este entramado o red social que teníamos fueron desapareciendo o en el mejor de los casos llevados a su más mínima expresión en cuanto a participación. El debilitamiento de los partidos políticos abonó aún más esta debacle.

Con esta falta de entidades la participación a mi criterio imprescindible para que al menos la mayoría de la sociedad en alguna de ellas en la que pueda identificarse hizo que nos pongamos en el rol de meros espectadores mientras cerraban nuestras fábricas de dirigentes, de líderes, de políticos. El peor de los quebrantos: dejamos de producir y formar a quienes con el paso del tiempo deberán tomar decisiones sin haber pasado por “la fábrica” que los pula, muestre y le genere esa empatía necesaria para guiar a los pueblos.

Es así que cerraron las más transcendentes manufacturas de Argentina y en este caso cada uno de los millones de argentinos tenemos una llave para volver a abrirlas simplemente dedicándole un poquito de su tiempo a su club de barrio, a una entidad de caridad, a una cooperadora o lo que podamos detectar que en algo nos identificamos y de esta manera ser partícipes de la reapertura de las fábricas de dirigentes. En definitiva eso es la política bien entendida, que en otro momento trataremos.

(*) Periodista – Docente; Corresponsal del diario El Territorio desde 1990; Ex presidente del Foro de Trabajadores de Prensa y Comunicación Social de Misiones. A cargo de Agencia de Acceso a la Información Pública y Estadísticas en Leandro N. Alem, Misiones. Twiter : @nestor_horacio – Facebook: horacio.ortiz.319 Instagram: nestor_horacio_ortiz – Whatsapp: +54 3754 461822

 

 

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